La Dirección de Relaciones Internacionales firmó un acuerdo con la Dirección Nacional de Migraciones para asesorar a científicos en cuestiones migratorias
Con la presencia del ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, la directora nacional de Relaciones Internacionales, Águeda Menvielle, firmó un acuerdo de cooperación con el director nacional de Migraciones del Ministerio del Interior, Martín Augusto Arias Duval, para brindar asesoramiento a científicos argentinos que residan en el exterior y decidan regresar al país con sus familias.
A través de este convenio la Dirección Nacional de Migraciones orientará a los investigadores argentinos que regresen al país con sus familias extranjeras (esposa y/o hijos nacidos en el exterior) respecto la regularización de la situación migratoria en el país.
También se brindará asesoramiento a los científicos argentinos en la tramitación de su residencia en el exterior y con la documentación necesaria de aquellos que retornen a la Argentina.
Estas medidas se suman a las políticas sostenidas de vinculación y repatriación de científicos que lleva adelante el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva a través del Programa RAICES (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior) y las iniciativas de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y el CONICET.
Durante la firma del convenio, realizada en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Barañao sostuvo que “este convenio viene a saldar una barrera que no habíamos tenido en cuenta antes: la barrera migratoria que enfrenta un argentino que ha formado su familia en el exterior para poder regularizar la situación migratoria de su esposa e hijos.”
Asimismo, el ministro destacó que este convenio también sirve para promover la cooperación científica y las estadías cortas de científicos extranjeros en el país.
“En el Polo Científico Tecnológico que estamos construyendo en las Ex Bodegas Giol van a funcionar tres institutos de investigación internacionales, que actuarán como centros de intercambio y formación de estudiantes de doctorado argentinos y extranjeros. Los científicos que quieran hacer ciencia en Argentina también van a verse favorecidos por este convenio”, destacó el funcioanrio del Gabiente nacional.
El Programa RAICES apuesta a fortalecer las capacidades científicas y tecnológicas de la Argentina por medio del desarrollo de políticas de vinculación con investigadores argentinos residentes en el exterior, así como promueve acciones destinadas a la permanencia de investigadores en el país y facilita el retorno de aquellos interesados en desarrollar sus actividades en la Argentina.
Desde 2003 ya regresaron 600 científicos. Adrián Turjanski es el «repatriado» número 600 del Programa Raíces, una red de vinculación de científicos argentinos residentes en el exterior lanzada en 2003 por la Dirección de Relaciones Internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Como muchos investigadores argentinos después de hacer un doctorado y un posdoctorado en el país, Adrián Turjanski decidió irse a completar su formación en el exterior. Pidió una beca Pew y en 2005 estaba en Washington trabajando en los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos.
Pero hoy está de regreso en Buenos Aires, ya como investigador del Conicet y profesor adjunto de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
Turjanski, especialista en simulación computacional de sistemas biológicos, es el «repatriado» número 600 del Programa Raíces, una red de vinculación de científicos argentinos residentes en el exterior lanzada en 2003 por la Dirección de Relaciones Internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (en ese momento, secretaría). El programa ofrece un «subsidio de retorno» que cubre el pasaje de regreso y un monto de 5000 pesos, que puede ser utilizado para compra de equipamiento, gastos de mudanza u otro pasaje, a científicos argentinos que tengan una oferta de trabajo en el país. En caso de que el investigador no tenga una oferta laboral, se le ofrece la difusión de su currículum en una base de datos de 3500 empresas, institutos y universidades. Esta tarde se anuncia la promulgación de la ley que lo convierte en política de Estado.
Algunos regresaron después de dos años, el tiempo que habitualmente exige un posdoctorado en el exterior. Otros, luego de veinte. Hay quienes reconocen que lo hicieron para restablecer vínculos familiares dañados por la distancia. Otros, porque quieren defender la universidad pública, o sienten el compromiso de contribuir al desarrollo científico local y a la construcción de una sociedad, la propia, más justa. Para algunos, el choque con la realidad local fue más duro que para otros.
«De alguna manera, me fui con la idea de volver, pero, lógicamente, varias veces dudamos sobre qué hacer -confiesa Turjanski, que se trasladó a los Estados Unidos con su mujer, odontóloga, y su hijo Matías, de un año-. Uno siempre tiene sentimientos ambiguos. No es fácil encontrar un espacio. Todavía no tengo mi propia casa… Pero de a poquito voy teniendo estudiantes, voy armando mis propios cursos. Hay que tener paciencia. Estoy contento.»
Las áreas de estudio de estos investigadores van desde la tecnología de alimentos (como Ariel Vicente, que volvió a trabajar en la Universidad de La Plata), hasta la genética de la diabetes (tema de Mariano Taverna, que se incorporó en el Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral Profesor Ricardo Margni, del Conicet y la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA), las neurociencias (especialidad de Paula Faillace, que utiliza la retina del pez cebra como modelo para estudiar mecanismos de crecimiento, diferenciación y regeneración de neuronas en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UBA), o los orígenes del terrorismo de Estado (tema de tesis de Mario Ranaletti, que volvió después de haber pasado seis años en Francia para reinsertarse en la maestría de historia de la Universidad Nacional Tres de Febrero).
El balance que hacen los científicos de la experiencia en el extranjero, es, en general, excelente.
Para Héctor Miguens, especialista en derecho concursal que pasó no uno, sino tres períodos diferentes en el exterior, lo mejor fue «haber podido palpar una forma de trabajar con rigor, con un adecuado manejo de fuentes de investigación y ejemplos de creatividad que, en nuestro país, son difíciles de encontrar».
Turjanski opina que la oportunidad de trabajar en un país desarrollado es más que interesante, «sobre todo por el acceso a los colegas en un medio de gran concentración de científicos de alto nivel».
Para el matemático Ignacio Viglizzio, que junto con su esposa, Ana Maguitman, licenciada en ciencias de la computación, volvió de la Universidad de Indiana a la de Bahía Blanca, fue totalmente positivo, «tanto en el aspecto académico como en el personal». Explica: «Pude conocer diferentes culturas y ser más consciente de los prejuicios que existen aquí».
Adolfo Villanueva, doctor en ingeniería y especialista en recursos hídricos que vivió 20 años en Brasil antes de regresar al Instituto de Hidrología de Llanuras de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, coincide: «Fue muy bueno. Técnicamente, el [Instituto de Investigaciones Hidráulicas, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul] es excelente. Además, pude recorrer el mundo e independizarme de la influencia de España».
Sin embargo, las opiniones sobre el rumbo de la ciencia local son divergentes. Villanueva, por ejemplo, considera que «falta visión estratégica acerca del papel que cumple la ciencia y la tecnología en el desarrollo del país». «Consciente o inconscientemente, todo se centra en grandes descubrimientos, en patentes revolucionarias -afirma-. Ese es el lado chic de la investigación, pero no el más importante. Brasil no tiene ningún premio Nobel, tiene menor índice de publicaciones que nosotros, pero su sistema científico es muy superior al nuestro e incorpora mucha más tecnología de punta en su sistema productivo.»
Turjanski siente que «la situación para los científicos mejoró muchísimo y hay expectativas de que seguiremos avanzando». Ranaletti piensa que «las perspectivas son alentadoras».
El físico Diego Arbó, que volvió para trabajar en el Grupo de Colisiones Atómicas del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, del Conicet, dice que espera que «en el futuro haya subsidios más significativos, se simplifique la burocracia, y haya concursos limpios».
Federico Balaguer, ingeniero en software que retornó desde la universidad norteamericana de Urbana-Champaign, dice estar contento, aunque agrega que «la falta de previsibilidad es algo que mina muchos esfuerzos».
Vicente afirma que en el fondo todavía mantiene «el idealismo de creer que en nuestro país se puede hacer ciencia de buen nivel». Y agrega: «Veo que la situación ha mejorado. Pero hay que aumentar el apoyo a la ciencia como motor de cambio. Si bien el presupuesto creció, es fundamental que las políticas se sostengan y que aumente la vinculación entre grupos de investigación del país y del exterior, con el sector privado y con toda la sociedad».
Faillace, por su parte, explica: «Creo que mis aportes al sistema científico pueden ser mucho más valiosos aquí que en los Estados Unidos. A veces pienso que la emoción que siento cuando a este país le pasa algo bueno o se atisba un cambio de mentalidad, también tuvo su peso en mi decisión de volver. Muchos de los miedos de no saber si iba a poder sobrevivir económicamente haciendo ciencia ya no están. Estoy contenta». (Fuente: Nora Bär / La Nación)
Con becas, subsidios para la mudanza y equipos y convenios salariales, el Ministerio de Ciencia ya logró que vuelvan 614 profesionales. Además se fomentan los doctorados en áreas de interés estratégico.
Por Julián Bruschtein
La política de repatriación de científicos argentinos encarada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MCTeIP) avanza. “Este año tenemos aprobada la repatriación y relocalización de 321 investigadores”, señaló el presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Armando Bertranou. Ya son 614 científicos que se reinstalaron en el país con la iniciativa, que además promueve la distribución regional de investigadores y el fomento con subsidios y becas para la formación de doctores, direccionado a jóvenes que estudien áreas tecnológicas estratégicas.
“El programa se desarrolla desde un trabajo interinstitucional, ya que interviene tanto la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica como el Conicet y la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación”, aseguró a Página/12 Bertranou, presidente de la ANPCyT, a cargo del Programa de Recursos Humanos (PRH). Así, el proyecto se vincula con cuarenta y seis instituciones públicas y privadas: treinta y cuatro universidades nacionales, cinco casas de altos estudios privadas, cinco organismo públicos de ciencia y tecnología y dos del ámbito privado son los beneficiarios del PRH. El programa Raíces (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior) fue fortalecido en 2003 por el área de Relaciones Internacionales del MinCyT. El desarrollo del trabajo a partir de allí finalizó en el impulso desde el Poder Ejecutivo a la conformación de una ley que regulara la iniciativa. En diciembre de 2008 la ley 26.421 (conocida como Ley Raíces) fue sancionada y se transformó en política de Estado.
Las líneas del proyecto que se vinculan fuertemente con las universidades se denominan Proyectos de Investigación y Desarrollo para la Radicación de Investigadores (Pidri) y Proyectos de Formación de Doctores en Areas Tecnológicas. El Pidri es el que está enfocado en la repatriación y relocalización de investigadores que son recibidos por las casas de estudios e instituciones dedicadas a la investigación científica.
“La idea es integral y por eso intentamos que se distribuyan por todo el país. Si bien en la región bonaerense se concentró el 44 por ciento de los repatriados y relocalizados, por ejemplo en el nordeste recibieron el seis por ciento, en el noroeste el ocho y en la región de Cuyo también el ocho por ciento”, señaló el presidente de la ANPCyT. En las universidades públicas se concentra el 84 por ciento de los investigadores beneficiados y en las privadas el tres.
Para el 2008 fueron aprobados 77 proyectos de las 46 instituciones, en su mayoría universidades nacionales, para los que se asignó un monto de 124.300.623 millones de pesos para su financiamiento. Así, este año habrá 321 investigadores repatriados y relocalizados y se formarán 505 doctores. El grueso de los investigadores repatriados se encontraba en países desarrollados en cuanto a ciencia y tecnología como Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Brasil, Inglaterra, México e Italia, entre otros. Y las áreas donde se destacan tanto repatriados como relocalizados y los becarios doctorales, son biología, tecnología, mecánica, medio ambiente, materiales, minería y recursos hídricos, sólo por mencionar algunos.
“La agencia otorga 45 mil pesos para gastos de radicación, compras de equipamiento y adecuación de infraestructura”, indicó Bertranou. Luego, el costo laboral es cubierto proporcionalmente: el primer año la ANPCyT aporta el ochenta por ciento y el veinte restante la institución que desarrolla el proyecto, y se va modificando gradualmente hasta que en el quinto año la totalidad del costo laboral queda a cargo de la entidad bajo la que se desenvolvió el investigador.
Una parte importante del programa se basa en “la identificación de los investigadores que tenemos afuera. A partir de allí los integramos a una base de datos que está en permanente actualización –explicó Bertranou– y así también se mantiene una relación con las personas que continúan en el exterior y que desarrollan investigaciones que puedan ser de interés para el país”. A través del subsidio César Milstein el ministerio promueve la vinculación de los científicos residentes en el exterior con el medio científico local. Se financian estadías cortas, de no menos de un mes y no más de cuatro meses, de investigación y transferencia de conocimiento.
Gracias a un programa de repatriación y relocalización de investigadores del Programa de Recursos Humanos de la Agencia Nacional de Promoción Científica, el INTA incorporará entre este mes y septiembre a diez investigadores que retornan al país después de haber emigrado al exterior. Otros siete cambiarán su lugar de residencia a centros del interior del país.
Lucrecia Brutti, ingeniera agrónoma que regresó de ChileFoto:LA NACION / Mauro Alfieri
Los científicos repatriados vienen de Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Brasil, Reino Unido, Canadá, Chile, México, Suiza. Como la ingeniera agrónoma Lucrecia Brutti, recién llegada desde Santiago de Chile, donde pasó los últimos diez años trabajando en una empresa privada y como docente de la Universidad de Chile, para incorporarse al INTA Castelar.
«Antes de irme había trabajado como investigadora durante veinte años en el INTA, pero por razones personales tuve que emigrar -dice Brutti, nacida en Entre Ríos y graduada en la universidad nacional de esa ciudad-. Ahora presenté un proyecto y pude reincorporarme.»
En Chile, Brutti trabajaba en temas de compostaje y disposición final de residuos en una compañía que manejaba dos rellenos sanitarios cerrados y fiscalizaba otros dos. Actualmente investiga en el Instituto de Suelos del INTA «los balances de carbono y nitrógeno en suelos pampeanos ante el creciente proceso de agriculturización».
También en INTA Castelar fue incorporada María Victoria Altinier, repatriada desde Francia. El bioquímico Pablo Monetta, doctorado en Ciencias Químicas en la Universidad Nacional de Córdoba, fue relocalizado a San Juan a principios de marzo. Estudia los residuos generados por la producción de aceite de oliva para revalorizarlos.
Hace unos días, 16 científicos argentinos que retornaron al país después de perfeccionarse y trabajar en prestigiosas instituciones del exterior se reinsertaron en el país por medio de tareas vinculadas con sus especialidades en las Facultades de Ciencias Exactas e Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata.
Son parte de un conjunto de 600 investigadores que se acogieron al Programa de Investigación y Desarrollo propiciado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, el Conicet y el Ministerio de Educación.
La noticia es alentadora. A fines de 2008, el doctor Mario Albornoz, coordinador de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt), señalaba que, si bien la inversión en el campo de la investigación crecía en forma despareja, se apreciaban indicadores en aumento que revelaban un progreso estimulante.
Los investigadores que han retornado de los Estados Unidos, países europeos y Brasil han acumulado una experiencia nunca menor de dos años. Entre las motivaciones que los han impulsado al regreso se cuentan la nostalgia y el propósito de servir al progreso científico y tecnológico del país.
Es de desear que los problemas financieros no estanquen el programa en marcha para asegurar la recuperación de recursos humanos de calidad y que, unidos a quienes están aquí radicados, cuenten con los recursos materiales necesarios para trabajar con efectividad
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