Los órganos bioartificiales son matrices generadas con células humanas, y es la fabricación de una matriz totalmente artificial mediante una bioimpresora, a la que luego se le agrega células humanas.
El Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) trabaja para generar la construcción de órganos bioartificiales con el objetivo de disminuir la problemática de la escasez de donantes y pruebas medicinales, se informó este lunes.
Los llamados órganos bioartificiales son matrices generadas con células humanas, y es la fabricación de una matriz totalmente artificial mediante una bioimpresora, a la que luego se le agrega células humanas.
Otra técnica, que es complementaria con la anterior, y con cualquiera de las otras alternativas, es la de tomar el órgano del donante, quitarle las células, y luego agregarle las células del receptor, lo que lo vuelve más compatible, y permite que no se produzca un rechazo por parte del sistema inmunológico porque las ve como propias, indicó la UBA en un comunicado.
Esta última es la técnica que viene trabajando el equipo de investigadores del laboratorio de inmunomoduladores y regeneración de órganos de la Facultad de Medicina de la UBA.
«La problemática del trasplante de órganos tiene dos aristas. La principal es la escasez de donantes, seguido de cerca por la necesidad de evitar que el órgano trasplantado sea rechazado», explicó el fisiólogo e inmunólogo, Eduardo Chuluyan, docente e investigador del Conicet.
Para que un órgano no sea rechazado, hay que reducir el trabajo protector del sistema inmunológico mediante la utilización de drogas inmunosupresoras. «La inmunosupresión lleva a un aumento de infecciones, razón por la cual la mayoría de los trasplantados suelen tener procesos infecciosos reduciendo la sobrevida del injerto y del paciente», contó el experto.
Chuluyan añadió: «La técnica que nosotros realizamos en el laboratorio es, básicamente, tomar el riñón de un animal y sacarle todas las células. Lo que queda es una especie de hormigón, la idea es reconstruir ese hormigón con otras células».
Si bien el tratamiento inmunosupresor de los trasplantados mejoró mucho para que no exista un rechazo en el corto plazo, no lo hizo en el largo plazo. «Nos dimos cuenta tras muchos experimentos, que para conseguir que todo el órgano se volviese a completar de células, se necesitaba de una cantidad tan alta que era casi imposible y extremadamente costoso», subrayó el investigador.
En ese sentido, luego de ocho años de investigación, el equipo dirigido por Chuluyan, logró el año pasado que un riñón bioartificial, acondicionado en la mesada de su laboratorio, fuera trasplantado y funcionara in vivo produciendo orina, en tres animales diferentes.
«Pudimos probar que se podía generar un órgano acondicionado para que produzca menos rechazo en animales de laboratorio. Pasar a humanos genera diferentes problemas, desde la disponibilidad de material, a los éticos», planteó el científico.
ctualmente están trabajando en aplicar todo ese conocimiento a órganos bioartificiales que puedan ser utilizados como plataformas de pruebas de drogas y tratamientos personalizados destinados a seres humanos. «Por ejemplo, cuando queramos probar un nuevo medicamento en un paciente, previamente podríamos construir órganos bioartificiales con las células de ese paciente, evitando ponerlo en riesgo», aclaró Chuluyan.
Esta plataforma tiene una perspectiva a futuro de mucha utilidad, son estructuras que podrán servir para mejorar otros métodos de trasplante, como el de los xenotrasplantes (trasplantes de células, tejidos y órganos). Pero lo más importante del proyecto, es la formación de recursos humanos en técnicas de avanzada en la creación de órganos bioartificiales», completó.
El estudio, coliderado entre investigadores del CONICET y de la UBA, y publicado en Molecular Therapy, alienta la realización de estudios preclínicos adicionales que puedan preparar el terreno para futuros ensayos clínicos.
Mediante una innovadora terapia génica experimental, especialistas del CONICET y colegas de distintos países lograron revertir los déficits de la memoria social y de objetos en un modelo preclínico de la enfermedad de Alzheimer (EA). Los resultados del trabajo se publicaron en Molecular Therapy y se dan a conocer en un contexto en el que esa condición neurodegenerativa – para la cual aún no se ha encontrado una cura – afecta a más de 35 millones de personas en el mundo y a más de 500 mil en Argentina.
“Los resultados que obtuvimos en ratones con EA son muy alentadores. El siguiente paso es probar nuestra terapia en un modelo de Alzheimer en rata que tiene un cerebro y corteza mucho más desarrollados que el ratón y un repertorio conductual más complejo. Si superamos esta etapa, actualmente en desarrollo en nuestro laboratorio, el siguiente paso sería probar su eficacia y seguridad en ensayos clínicos”, afirma Diana A. Jerusalinsky, codirectora del estudio, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de Neuroplasticidad y Neurotoxinas (LaNyN) del Instituto de Biología Celular y Neurociencia “Profesor Eduardo De Robertis (IBCN, CONICET- UBA) situado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Innovadora terapia experimental
La EA es un desorden progresivo degenerativo de estructuras cerebrales que se traduce en la incapacidad de formar y expresar nuevas memorias. En los cerebros de pacientes se produce la acumulación anormal de proteínas amiloides beta (Aβ) que forman las llamadas placas seniles. Pero mucho antes de la formación de esas placas, esas proteínas se unen en agregados menores llamados “AβO” que son muy tóxicos para las neuronas y afectan los contactos (sinapsis) y la comunicación entre ellas.
Mediante la colaboración de Alberto L. Epstein y de Anna Salvetti, especialistas en virología del Consejo de Investigación Científica (CNRS) y del Instituto Nacional de Salud e Investigaciones Médicas (INSERM) de Francia, se desarrolló un vector o “vehículo molecular” – formado por un virus adenoasociado modificado para no infectar – que transporta un gen que expresa a nivel cerebral un anticuerpo artificial llamado NUsc1, con capacidad para unirse a los AβO y neutralizar su efecto tóxico.
Jerusalinsky explica que en cultivos de neuronas de ratón y de rata la expresión del anticuerpo NUsc1 redujo en un 50 por ciento la unión de AβO a las neuronas. En el caso de un modelo animal de la EA (en ratones), la terapia experimental revirtió de manera significativa los déficits en el aprendizaje y la memoria social y de objetos en los animales añosos.
“Constatamos que la expresión del anticuerpo NUsc1 protege las espinas dendríticas (sitio en que se establecen las sinapsis o uniones entre las neuronas) y la plasticidad de las sinapsis cuya integridad es fundamental para el funcionamiento del cerebro y, en particular, para el aprendizaje y la memoria, por ser las bases neurobiológicas en que se asientan estas funciones”, indica Jerusalinsky. Y agrega: “Las ventajas de nuestra propuesta e invento respecto de los demás anticuerpos en evaluación actualmente (Aducanumab y Lecanemab) son varias y muy relevantes. Nuestra estrategia tiene un efecto más duradero por estar el gen que codifica el anticuerpo incluido en un vector a partir del cual se puede expresar continuamente. Es como enviar la información adecuada a la ‘fábrica’ (que sería la neurona) para que produzca el anticuerpo NUsc1 constantemente”.
Modelos animales
De acuerdo con la investigadora del CONICET, en modelos animales una sola administración del vector puede proveer la expresión del anticuerpo NUsc1 por más de un año. “Los demás anticuerpos deben ser administrados nuevamente luego de pocas semanas. NUsc1 une y neutraliza específicamente especies de Aβ que son muy tóxicas para las sinapsis y neuronas. Es un anticuerpo más pequeño y de estructura más sencilla que los anticuerpos naturales, por lo que es más fácil y económico de producir. Además, no produce respuesta inflamatoria como ocurre con los demás anticuerpos en evaluación”, agrega la científica.
El equipo de investigación también comprobó que el vector funcionó en rodajas de cerebro humano expresando el anticuerpo NUsc1 activo. “Vimos una proporcionalidad (correlación) entre dosis del vector y la expresión del anticuerpo”, destaca Jerusalinsky.
El siguiente paso será probar la terapia génica en un modelo de la EA en ratas cuyos cerebros y cortezas están mucho más desarrollados que el ratón y tienen, además, un repertorio de comportamientos más complejos. “Estos ensayos ya se encuentran en desarrollo en nuestro laboratorio LaNyN del IBCN, y nos permitirán estudiar más profundamente tanto las alteraciones a nivel cerebral y comportamental como los posibles efectos terapéuticos del anticuerpo protector y la terapia génica que inventamos”, puntualiza Jerusalinsky. Y continúa: “Para ello necesitamos de fondos ad hoc. Y luego, necesitaremos más fondos para poder escalar la producción del vector que expresa el anticuerpo ‘ingenierizado’ artificial en las condiciones adecuadas para los ensayos clínicos, cuando sean autorizados”.
Jerusalinsky se encuentra ahora trabajando en ensayos preclínicos con el vector desarrollado en un modelo de la enfermedad de Alzheimer en ratas, así como en la producción de otros modelos experimentales con jóvenes investigadores del CONICET como Natalia Colettis y Martin Habif, y la becaria postdoctoral María Victoria Oberholzer, que forman parte de su equipo.
Este avance es el resultado de investigaciones desarrolladas a lo largo de varios años a través de una amplia colaboración entre varios equipos de diversos países gracias a programas de cooperación internacionales basados principalmente en instituciones estatales. El trabajo fue codirigido por Sergio T. Ferreira, del Instituto de Bioquímica Médica Leopoldo de Meis (IBqM) y del Instituto de Biofisica Carlos Chagas Filho, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), en Brasil, junto con Diana A. Jerusalinsky del LaNyN del IBCN; las primeras autoras del trabajo son María Clara Selles, del IBqM, Magali C. Cercato, del LaNyN del IBCNy Juliana T. S. Fortuna, del Instituto de Ciencias Biomédicas de la UFRJ. También participaron William L. Klein, de los Departmentos de Neurobiología y Neurología de la Universidad Northwestern en Evanston, Illinois, Estados Unidos; Adriano Sebollela, del Departmento de Bioquímica e Inmunología de la Facultad de Medicina de Ribeirao Preto de la Universidad de San Pablo, en Brasil; Anna Salvetti y Alberto Epstein, del Centro Internacional de Investigación en Infectología (CIRI) de la Universidad de Lyon, de la Universidad Claude Bernard Lyon 1, del INSERM, del CNRS, y del Hospital Cochin de Paris, y especialistas de otros centros de investigación en Brasil, Canadá, Estados Unidos y Francia.
Referencia bibliográfica:
Maria Clara Selles, Juliana T.S. Fortuna, Magali C. Cercato, Luis Eduardo Santos, Luciana Domett, Andre L.B. Bitencourt, Mariane Favero Carraro, Amanda S. Souza, Helena Janickova, Caroline Vieira Azevedo, Henrique Correia Campos, Jorge M. de Souza, Soniza Alves-Leon, Vania F. Prado, Marco A.M. Prado, Alberto L. Epstein, Anna Salvetti, Beatriz Monteiro Longo, Ottavio Arancio, William L. Klein, Adriano Sebollela, Fernanda G. De Felice, Diana A. Jerusalinsky, and Sergio T. Ferreira, S. T. (2022). AAV-mediated neuronal expression of a scFv antibody selective for Aβ oligomers protects synapses and rescues memory in Alzheimer models. Molecular Therapy 2022. Vol.31, Number 2.
El Ministerio de Salud dispuso hoy la creación del Biobanco Nacional de muestras biológicas asociadas a patologías de alto impacto y/o relevancia en salud pública, la primera colección de este tipo en Argentina que permitirá optimizar “el diagnóstico de enfermedades infecciosas” y funcionará a cargo de la Administración de Laboratorios e Institutos de Salud “Carlos G. Malbrán” (ANLIS).
La medida se formalizó a través de la Resolución 336/2023 publicada hoy en el Boletín Oficial con la firma de la ministra de Salud, Carla Vizzotti.
Biobanco
Entre los considerandos se indicó que “en la actualidad, los biobancos de muestras biológicas humanas con fines de investigación constituyen una herramienta esencial para apoyar y potenciar la investigación biomédica de excelencia”.
También se remarcó que los biobancos son “una fuente vital como base para el análisis de nuevas patologías emergentes y remergentes con impacto en la población”.
El Malbrán
En el artículo 2 se designó a la Administración de Laboratorios e Institutos de Salud “Carlos G. Malbrán” (ANLIS) para dictar las normas y actos administrativos específicos necesarios para garantizar el funcionamiento del biobanco.
A su vez, en el texto de la norma se destacó que “no existen colecciones de este tipo en nuestro país” y que la plataforma del biobanco permitirá “la optimización del diagnóstico de enfermedades infecciosas”.
Estrategias terapéuticas
Además, se explicó que garantizará “el desarrollo de estrategias terapéuticas personalizadas, diseñadas a partir del conocimiento de la constitución genómica del individuo y de su ancestría”.
La importancia de desarrollar terapias personalizadas radica en que “las personas difieren en su susceptibilidad a contraer enfermedades, transmisibles o no, como también difieren en el curso clínico de las enfermedades que puedan padecer”, se apuntó entre los considerandos.
“Las razones subyacentes a esta diversidad se explican, en gran medida, en variables genéticas y epigenéticas, que hoy día pueden ser caracterizadas con precisión, abriendo de este modo un nuevo horizonte en el terreno de la salud humana”, se añadió.
La herramienta bioinformática basada en machine learning e inteligencia artificial permite clasificar secuencias de virus con más del 99% de precisión
Debora Marcone es epidemióloga molecular de virus respiratorios. Parte de su trabajo implica detectar qué tipos de virus de influenza circulan en determinado momento en alguna región. Hasta el momento, el método para saberlo era hacer lo que se denomina “análilsis de filogenia”, que demanda mucho tiempo y requiere capacidades informáticas más complejas que las que suele tener una computadora estándar. Ahora, también cuenta con INFINITy, una herramienta bioinformática basada en machine learning e inteligencia artificial, que desarrolló junto con su colega Marco Cacciabue, investigador del CONICET en la Universidad Nacional de Luján (UNLu) y del Instituto de Agrobiotecnología y Biología Molecular (IABIMO, CONICET-INTA).
INFINITy es una aplicación de acceso libre, destinada a bioquímicos, estudiantes, investigadores y laboratorios de referencia o investigación que permite clasificar secuencias de virus influenza A y B obtenidas de personas que cursaron la enfermedad, de forma rápida y precisa, con más de un 99% de precisión.
“El estudio de los genomas virales es relevante para determinar si han aparecido nuevas variantes, además de monitorear las existentes, si los métodos diagnósticos siguen siendo adecuados para su detección, e incluso, reformular la composición de las vacunas cuando es necesario”, afirma Marcone, que se desempeña en el Instituto de Investigaciones en Bacteriología y Virología Molecular (IBaViM) de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, y explica que estos virus tienen una gran capacidad de mutar su genoma. Así, los cambios que se van produciendo y acumulando dan origen a nuevas variantes.
INFINITy es una aplicación de acceso libre, destinada a bioquímicos, estudiantes, investigadores y laboratorios de referencia o investigación que permite clasificar secuencias de virus influenza A y B obtenidas de personas que cursaron la enfermedad, de forma rápida y precisa, con más de un 99% de precisión.
El virus de influenza A (H1N1), por ejemplo, sufrió grandes cambios en su genoma y en el año 2009 provocó una pandemia que afectó a infectó a miles de personas en todo el mundo. Desde entonces, los subtipos de influenza A (H1N1) pmd09 y A(H3N2) y dos linajes de influenza B, Victoria y Yamagata, han sido responsables de la mayoría de los casos.
Cuando irrumpió la pandemia por COVID-19, Marcone dejó en pausa su investigación en influenza para abocarse al Sars-Cov-2. Así se conocieron con Cacciabue, que en aquel momento estaba desarrollando una herramienta informática similar pero subtipificar las distintas especies de este último virus, bautizada Covidex. Cuando la urgencia que provocó la pandemia disminuyó, ambos investigadores se pusieron de acuerdo y empezaron a trabajar en esta nueva idea.
Tras un año de trabajo en conjunto, y con el apoyo de la Agencia I+D+i, lograron lanzar INFINITy. “La aplicación está basada en una herramienta similar a la que desarrollamos para COVID pero, en este caso, además de los modelos de clasificación actualizados para secuencias de influenza, hemos logrado mejorar varios aspectos del software para que cumpla con diversos estándares de calidad”, explica Cacciabue. La aplicación está escrita en el lenguaje de programación R, de código abierto, y otros paquetes de programación.
“El estudio de los genomas virales es relevante para determinar si han aparecido nuevas variantes, además de monitorear las existentes, si los métodos diagnósticos siguen siendo adecuados para su detección, e incluso, reformular la composición de las vacunas cuando es necesario”, afirma Marcone.
“Lo más desafiante fue lograr una herramienta robusta en cuanto a asegurar su correcto funcionamiento, y que al mismo tiempo sea fácil de usar”, afirma Cacciabue, y destaca que se puede utilizar en diversos formatos: a través de Internet, ya que cuentan con un servidor en la UNLu adonde está alojada toda la información; o de manera local, ya que quien lo desee puede descargar la aplicación en su computadora.
INFINITy cuenta con dos modelos: uno se denomina FULL HA, que permite clasificar secuencias del gen de la proteína viral “hemaglutinina”; y el otro se llama “HA1”, para clasificar las secuencias del gen de su región parcial HA1. Ambas regiones genómicas son usualmente utilizadas a nivel mundial para realizar estudios de epidemiología y vigilancia epidemiológica.
Para testear su funcionamiento, los investigadores la pusieron a prueba utilizando secuencias virales de influenza provenientes de todo el mundo, descargadas de una base de datos de secuencias públicas llamada GISAID. Los resultados y el funcionamiento de la aplicación fueron publicados en una de las revistas científicas más prestigiosas del área, Influenza and other respiratory viruses.
“Para ambos modelos, tanto la hemoglutinada completa como la región parcial HA1, que se puede clasificar, la precisión fue mayor al 99%”, dice Marcone, y destaca que eso los alentó a terminar el desarrollo y publicarlo. “Durante la revisión del paper, un investigador contrastó la herramienta con su base de 50.000 secuencias y le dio una precisión mayor al 95%. Eso nos puso todavía más contentos, ya que demuestra que no sólo funciona para nosotros sino también para cualquier persona que quiera utilizarla”, concluye Marcone.
El grupo consiguió demostrar a través de pruebas in vitro que un anticuerpo monoclonal podría bloquear la proteína que cumple un rol clave en la resistencia frente al tratamiento de personas con esta enfermedad.
Investigadores del Conicet demostraron in vitro que un anticuerpo monoclonal que desarrollaron podría bloquear la proteína Galactina 1 (Gal-1), la que según comprobaron en muestras de pacientes cumple un rol clave en la resistencia frente a un tratamiento innovador (bevacizumab) de personas con melanoma.
«Nosotros habíamos demostrado ya que el bloquear Gal-1 podía ser relevante terapéuticamente. Si bien aún no hicimos ensayos clínicos, en este estudio pudimos mostrar el desarrollo de un nuevo anticuerpo monoclonal para bloquear Gal-1, que se pude usar en humanos y que funciona para bloquear los efectos pro-angiogénicos de la Gal-1 presente en el plasma de pacientes tratados con bevacizumab», detalló Diego Croci.
Croci dirigió junto a Gabriel Rabinovich el grupo de investigación, una tarea conjunta entre el Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme, Conicet) y el Instituto de Histología y Embriología de Mendoza (IHEM). «Por un lado, este trabajo viene a confirmar la hipótesis ya vista en modelos experimentales de que Gal-1 activa mecanismos de resistencia frente a las terapias antiangiogénicas, y, por otro, presenta una potencial terapia para dar respuesta a este problema”, añadió Croci.
Para comprender de qué se trata el avance científico es necesario explicar el concepto de angiogénesis: se trata de la capacidad del organismo de formar nuevos vasos sanguíneos a partir de otros preexistentes, un proceso fundamental durante el desarrollo y el crecimiento, así como también en la cicatrización de las heridas.
Sin embargo, la angiogénesis también es inducida por los tumores para abastecerse de nutrientes y oxígeno, y así poder crecer y diseminarse; esto llevó al desarrollo de terapias antitumorales conocidas como terapias antiangiogénicas, que apuntan a bloquear la proliferación de vasos sanguíneos, con el objetivo de reducir el flujo de sangre que llega al tumor.
El éxito de este tipo de terapias en el tratamiento de distintos tipos de cáncer ha sido dispar, dado que un gran número de tumores desarrollan mecanismos de resistencia que no permiten la inhibición de la angiogénesis.
En 2014, un equipo de científicos y científicas del Conicet, bajo la dirección de Rabinovich, publicó un trabajo en Cell en el que se demostró en modelos experimentales de cáncer que la proteína Gal-1 disminuía el efecto de las terapias antiangiogénicas.
El aporte del trabajo reciente -publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y realizado por las y los investigadores Nadia Bannoud, Juan Carlos Stupirski y Alejandro Cagnoni- fue demostrar esto mismo pero con muestras de pacientes con melanoma en el marco de un ensayo clínico multicéntrico, llamado AVAST-M, en el que se estudiaba el tratamiento con bevacizumab. “Nosotros recibimos las muestras y cuantificamos la cantidad de Gal-1 que había presente en el plasma», detalló Stupirski.
Al analizar los resultados, observaron que el incremento de Gal-1 en el tiempo era un indicador de un mayor riesgo de recurrencia de la enfermedad y de muerte, y cuanto mayor era la proteína más era la capacidad del tumor de mantener la capacidad de generar nuevos vasos. En el mismo trabajo, el grupo demostró que el proceso de formación de vasos se puede inhibir mediante el bloqueo de Gal-1 con un anticuerpo monoclonal desarrollado por el equipo.
Se trata de un proyecto que se desarrolla en la incubadora de empresas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Para quienes sufren migraña, la recomendación es usar la gorra 30 minutos, una o dos veces al día, para prevenir el uso de medicamentos.
Una vincha, que se desarrolla en la incubadora de empresas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), tiene la capacidad de tratar la patología neurológica de la migraña y reducir el dolor de cabeza hasta en un 75% mediante impulsos eléctrico que estimulan nervios específicos.
De acuerdo a lo que publicó hoy la web Unciencia, el sitio de investigación científica de la UNC, se trata de uno de los cuatro proyectos de tecnología médica en los que trabaja Dines, una empresa incubada en la UNC e integrada por especialistas en ingeniería y en ciencias de la salud.
Asimismo, se detalló que actualmente cuentan con un prototipo del dispositivo, premiado recientemente por el Programa InnovACba de la provincia de Córdoba, por el que obtuvieron un financiamiento que permitirá comenzar la producción junto a una firma local dedicada a la fabricación de equipamiento médico.
Hugo Díaz Fajreldines, uno de los fundadores de la empresa incubada Dines, explicó que la función del dispositivo denominado «Viex Tens», la vincha, lleva una serie de electroestimuladores ubicados justo a la altura de las terminales del nervio trigémino, en la frente de la persona, sobre las cejas”.
«Funciona generando tenues estímulos eléctricos sobre la piel, de manera de inyectar microelectricidad en el nervio trigémino. El resultado es una disminución del dolor«, afirmó Fajreldines, quien es doctor en medicina y cirugía.
Hacia el origen de la migraña
Asimismo, el investigador sostuvo que si bien se desconoce el origen de la migraña, se sabe mucho acerca del mecanismo fisiopatológico que la produce, es decir, cómo es el circuito de alteración que ocasiona la enfermedad.
Al respecto, el médico explicó que la migraña comienza a nivel de las terminales del nervio trigémino, que lleva la sensibilidad de la mitad de la cara para cada lado y es uno de los pares craneales, «ingresa al cerebro y va directo a la estructura del tronco encefálico. A partir de ahí se desencadenan mecanismos que provocan dolor de cabeza».
«Hasta ahora, las pruebas muestran que un dispositivo de este tipo puede reducir hasta un 75% el nivel de dolor y, con ello, el consumo de fármacos”, destacaron los especialistas y añadieron que «genera alivio especialmente en personas que no pueden recibir medicación especial, como mujeres embarazadas».
«La estimulación eléctrica es casi imperceptible, como un cosquilleo. Algunas personas no sienten nada y es realmente efectivo», sostienen desde el equipo de investigación.
Para quienes sufren migraña, la recomendación es usar la gorra 30 minutos, una o dos veces al día, para prevenir el uso de medicamentos.
El equipo trabaja ahora sobre el desarrollo y producción de ese proyecto biomédico que será financiado por la empresa Feas Electrónica, que se dedica a la fabricación, alquiler y venta de equipamiento médico.
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