Publicado en http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/cienciasalud/nota.asp?nota_id=953207
En una cubeta de pequeñas dimensiones, un equipo de investigadores derrama un líquido y no pierde detalle de cómo se dispersa. Toman mediciones, cargan los datos en la computadora y experimentan variantes una y otra vez.
En medio de su tarea, una llamada telefónica da aviso de que un camión cisterna sufrió un accidente y volcó toda su carga de hidrocarburos al costado de una ruta. Hacia allí parten.
Ellos son físicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y simulan pérdidas de contaminantes en el Laboratorio de Geofísica Aplicada y Ambiental (GAIA) para poder determinar cuáles son las propiedades físicas que se ven afectadas por el derrame y cómo se modifican. A partir de estos resultados, el equipo puede definir cuáles son los métodos más adecuados para identificar el área afectada.
Teoría y práctica
Pero no todo el trabajo se desarrolla en el laboratorio. «No sólo hacemos experimentos controlados de derrames y simulaciones numéricas para ver cómo se resuelven, sino que vamos al lugar de los hechos y realizamos mediciones geofísicas in situ para lograr la caracterización de la zona afectada y poder diseñar, luego, las técnicas adecuadas de remediación», señala la doctora Ana Osella, directora del GAIA.
Cuando ocurren siniestros con derivados de petróleo hay algo que siempre inquieta.
«Un riesgo importante es que los hidrocarburos se depositen sobre un acuífero. La idea es establecer cómo el fluido se dispersa en la zona, según las características del medio. Si uno estudia el entorno puede definir la mejor manera de remediarlo», explica Osella, que es investigadora del Conicet.
Pero no siempre los desastres ocurren por accidentes viales. También pueden ocurrir por fisuras en los oleoductos.
«Si se conoce la porosidad del medio sobre el cual se halla el tendido, se puede calcular el tiempo de penetración y si el contaminante puede alcanzar o no las napas de agua», precisa la especialista.
Tormentas
A veces la amenaza viene de bien lejos, del propio espacio, y repercute en los distintos conductos enterrados. Por ejemplo, las tormentas electromagnéticas generadas por la actividad solar pueden repercutir en tendidos de ductos.
«Las tormentas solares pueden producir corrosión en un caño y, por lo tanto, se deben generar sistemas de protección. Esta -precisa- es una de las tareas que también realizamos en el laboratorio.»
Simular, probar, medir y experimentar forma parte del trabajo cotidiano en el GAIA. «Se trata de resolver problemas concretos con métodos no convencionales, porque si los problemas son rutinarios los resuelven las propias empresas. Pero cuando se requiere un aporte más creativo, ahí podemos intervenir nosotros», concluye.
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires