Productores de seda reciben asistencia técnica del INTI para mejorar el proceso de extracción de la sericina, proteína presente en el capullo, con propiedades cosméticas y medicinales.
Uno de los pasos ineludibles para obtener hilados y teñidos de seda de calidad es la eliminación de la sericina, proteína presente en el capullo en estado natural. Especialistas del Laboratorio de Seda del INTI detectaron que en la industria argentina no existen criterios comunes para este proceso y en un alto porcentaje, durante esta etapa, se dañan las propiedades de la materia prima. Sumado a esta problemática identificaron la importancia de recuperar la sericina, teniendo en cuenta sus potencialidades para la industria cosmética y la medicina.
En Argentina, el proceso de extracción de la sericina (conocido como “desengomado”) suele realizarse a través de la utilización de agua caliente con jabón y bicarbonato de sodio. Si bien esta técnica es la más extendida, presenta dos grandes dificultades: por un lado, muchas veces quedan remanentes de material en las fibras que le quitan brillo a la seda; y por otro genera un fuerte impacto ambiental porque el agua resultante queda contaminada con materia orgánica.
Para resolver el proceso de desengomado sin dañar las fibras de seda, los técnicos realizaron ensayos con diferentes reactivos alternativos. Como resultado, hallaron que las técnicas de extracción con autoclave (recipiente hermético que se somete a temperaturas de 121°C) y con carbonato de sodio resultan óptimas para mejorar el producto y recuperar además la sericina.
“Todo el trabajo que hacen los técnicos del INTI con los productores nos es de muchísima utilidad porque siempre están dispuestos a brindarnos una solución o ayuda al problema que tenemos, y siguen investigando nuevos caminos para que la actividad nos sea más rentable y eficiente”, subraya Paula Quarta, productora de la provincia de Buenos Aires.
Ruta para la seda argentina El trabajo se enmarca dentro de las actividades de asistencia técnica que brinda el INTI para fortalecer la cadena de valor de la seda y alcanzar los estándares de calidad de las principales potencias en este rubro —China, Japón, India y Brasil—. En este sentido, “también estamos trabajando en la aplicación de tintes naturales de flora autóctona, cochinilla y cúrcuma, para lograr productos nacionales con un diferencial, manteniendo las propiedades de la seda”, destacan Hugo Enciso y Horacio Álvarez del Laboratorio de Seda del INTI.
La intervención se alinea con el trabajo que se viene realizando desde el Ministerio de Industria, cartera de la cual depende el INTI, para impulsar en la industria textil y de indumentaria la integración de los eslabones productivos con agregado de valor, el resguardo del mercado interno, la sustitución de importaciones y la inserción competitiva en los mercados externos.
El Centro de Textiles del INTI impulsa la producción industrial de esta preciada fibra para lo cual desarrolló un prototipo con el que se consiguió por primera vez en el país transformar el capullo de seda en un hilado de alto continuo, de calidad industrial. Lo explica el técnico Hugo Enciso.
Devanadora industrial de seda
Capullo de seda
Fibra de seda
«En Argentina no teníamos este equipamiento, hasta que el INTI desarrolló esta máquina que aplica la misma técnica que los chinos utilizaron durante tres milenios envuelta en el mayor de los secretos, a tal punto que el slogan comercial de entonces se resumía en que era hilada por los dioses», señala Encisno.
Describe a la seda como una fibra de origen animal, ya que la produce el gusano “Bombyx mori”, y la convierte en un material aislante, sin limitaciones para el aprovechamiento textil, ya que se puede realizar una indumentaria, alfombra, hilo para coser, de sutura, chaleco antibalas.
Actualmente, la seda es un producto de alto interés para el país como insumo alternativo, con un alto valor dólar en los mercados internacionales.
A su vez, tiene una demanda constante y permanente y sólo representa menos del 1% de la producción mundial de fibras textiles.
El Centro de Textiles del INTI funciona como nodo de información de la actividad, respondiendo a las inquietudes de los actores interesados y simultáneamente, apunta a ampliar sus funciones hacia la tipificación de capullos de acuerdo con los estándares internacionales y el análisis de calidad de fibra.
Por otro lado, el Instituto busca la optimización de los procesos que continúan a la obtención del capullo seco, incluyendo procesos húmedos y diseño.
A su vez, el Centro de Textiles desarrolló la única máquina devanadora industrial de seda en Argentina para la obtención de hilado de filamento continuo. Con resultados relevantes para la obtención de un producto de alto valor y competitivo, también desarrolló mezclas con fibra cortada y pelos finos en la carda lanera de su Planta Piloto.
En síntesis, el INTI viene propiciando la industrialización de la seda, a través de la investigación en los distintos aspectos que conforman esta cadena productiva.
La cadena de valor
La seda es una de las fibras textiles de mayor valor, con una participación del 4% del total de fibras comercializadas en el mundo. Se producen anualmente cerca de 100.000 Tn, con un costo de entre 40 y 60 dólares el kg, originando un producto bruto de entre 4000 y 6000 millones de dólares. Los principales productores son China, Brasil, India, Corea y Tailandia.
La cría y producción del gusano “Bombyx mori” y de los capullos de seda son productos típicamente artesanales y, en consecuencia, su producción está en manos de micro y pequeñas empresas, las cuales, debido al carácter estacional de la actividad, complementan esta producción con otros cultivos.
La seda surge de una fibra producida por las glándulas salivales de dicho insecto, cuyo alimento exclusivo es la hoja de la Morera, por lo tanto, su producción es factible en zonas propicias para el desarrollo de esta planta. En Argentina, existe una vasta región favorable para este cultivo que abarca desde La Pampa hasta las regiones del Norte.
La producción nacional de seda comenzó en la década de 1930, ganando impulso a través de la creación de la Comisión Nacional de Sericicultura y el Registro de Semilleros Sericícolas en los años 40, dentro del ámbito del Ministerio de Agricultura de aquella época.
A partir de entonces, se crearon cooperativas ubicadas en las provincias del Chaco, Mendoza y Santa Fe de las cuales se obtuvo una producción de hilados de muy buena calidad.
En la actualidad, existen instituciones y cooperativas que se dedican al desarrollo, industrialización y comercialización de los productos de seda.
En Buenos Aires, la Asociación Sericícola Argentina promueve, difunde y asiste la actividad desde la cría del gusano hasta la manufactura. A su vez, la Universidad Nacional de Tucumán brinda, desde hace décadas, asistencia técnica a los productores facilitando la comercialización y cría de los huevos del gusano y de las plantas de Morera.
Asimismo, el apoyo de los organismos técnicos como el INTA y el INTI incentivaron la formación de una red nacional para la solución conjunta de problemas en este sector.
En tal sentido, se realizaron siete jornadas nacionales de seda, con el fin de afianzar lazos entre todos los integrantes de la cadena productiva.
Por otra parte, el apoyo privado está representado a través de artesanos, diseñadores e industriales que apuestan al desarrollo de materias primas nacionales de alto valor.
Los cambios económicos que se produjeron en Argentina, en especial la fuerte devaluación y la crisis laboral, propiciaron el desarrollo de esta actividad.
Para el próximo lustro, se proyecta en el país un incremento de la producción sericícola de 3 a 5 veces, y se prevé que el 70% de esa producción se destine al mercado externo.
En consecuencia, este rubro representa una alternativa atractiva en la generación de fuentes de trabajo, alentado, además, por el hecho de que no necesita grandes inversiones iniciales, a la vez que favorece la utilización de tecnologías no contaminantes.
Desafíos para alcanzar la industrialización de la seda
A pesar de que la seda puede transformarse de manera industrial, el destino de este producto a nivel nacional es en su mayoría artesanal, y comprende los procesos de devanado, descrude y teñido, llegando en algunos casos a la confección de prendas.
En cambio, la seda elaborada de manera industrial que se utiliza en el país es importada como madeja cruda o bien como tejido ya elaborado.
En este sentido, caben destacar algunos aspectos sobre los cuales será preciso trabajar para alcanzar la transformación industrial de la seda:
– Es necesario un criterio unificado sobre la forma, tiempos y costos de los métodos de secado (proceso que define la calidad de la seda). Aún no se conoce la influencia de cada método empleado sobre el potencial textil.
– No existen todavía organismos estatales ni privados que realicen una tipificación de la calidad de capullos y análisis de las propiedades de los mismos (calidad de las fibras).
– En el caso de la fibra cortada, es preciso definir las formas de apertura del capullo, el descrude óptimo (porcentaje de eliminación de sericina adecuado) y la optimización del proceso textil (diferentes operaciones). También es necesario analizar cuáles son las mezclas más convenientes con otras fibras nobles, como las de angora, camélidos u ovinos.
– Para obtener la fibra continua, queda aún por resolver la industrialización que hoy en día se realiza únicamente de manera artesanal.
Ley de promoción
Promulgada en junio de 2003, esta ley tiene la finalidad de fortalecer la industria sericícola nacional a través de un programa orientado a crear “Estaciones Sericícolas”; propagar el cultivo de la morera; determinar las mejores variedades del gusano de seda; promocionar la venta e industrialización de los capullos de seda; promocionar el cooperativismo de los productores; y crear escuelas y cursos de Sericicultura en colaboración con el Ministerio de Educación, entre otros objetivos.
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