Si bien fueron muchos, algunos de los inventores más emblemáticos son Juan Vucetich, Luis Agote y Angel Di Cesare.
Juan Vucetich nació el 20 de julio de 1858 en Lesina, en la vieja Dalmacia. En 1888 llegó al país y al poco tiempo ingresó como aspirante en el departamento de Policía de La Plata, con un sueldo mensual de treinta pesos. Tres años después, desempeñándose como auxiliar de estadística, estaba encargado de la identificación de presos por el sistema Bartillón, cuando, en silencio, se dedicó a trabajar en su obra cumbre que dio gloria a su nombre, pero no le proporcionó fortuna.
En agosto de 1891, creó la técnica icnofalangometría. El sistema Vucetich no tardó en ser adoptado por la Policía de la capital y de las demás provincias, y años más tarde por todos los países de Europa y América. En julio de 1911, el Congreso sancionó la ley de Enrolamiento general, a la que incorporó el sistema dactiloscópico argentino.
La primera victoria de Vucetich con su sistema dactilar la alcanzó cuando una mujer había asesinado a sus hijos y culpaba del crimen a un vecino. Todo parecía condenar a este hombre. Pero en una de las puertas se hallaron cuatro manchas de sangre. Se tomaron las impresiones digitales del acusado y de su acusadora, y se comprobó que las manchas sangrientas correspondían a la mujer.
Otra historia argentina que trascendió a nivel internacional fue el colectivo. En 1924, Angel Di Cesare, junto a otros tres inmigrantes españoles, comenzó a prestar un servicio con vehículos Oldsmobile, Pontiac o Chrysler, donde entraban tres hileras de asientos.
Pero buscaban que entre más gente en los autos. Para lograrlo, encomendaron a un carrocero el desafío de cortar el chasis y agrandar la unidad por partes hasta habilitarla para once asientos.
El 24 de septiembre de 1924 salieron a la calle los primeros cuatro taxi colectivos. El recorrido iba de Rivadavia 8700, esquina Lacarra hasta Plaza de Mayo, pasando por Flores, en Capital Federal, y sólo se cobraba 10 centavos por cada pasajero.
En tanto, otro inventor que cambió la historia fue Luis Agote. Nacido en Buenos Aires el 22 de septiembre de 1868, en 1887 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó en 1893 con una tesis sobre hepatitis supurada.
Tras varios años de trabajo en la medicina, en noviembre de 1914, en el hospital Rawson de la ciudad de Buenos Aires, logra por primera vez transfundir sangre sin que ésta se coagule en el recipiente que la contenía.
El hecho, de trascendencia internacional, abría una insospechada ruta en el tratamiento médico: se había salvado un escollo que parecía insuperable desde el punto de vista técnico en la transfusión de sangre.
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