Estos pronósticos pesimistas no se han materializado. En los primeros cinco meses del año, informó el viernes el INDEC, el superávit comercial fue de 8.300 millones de dólares, 63% mayor al del mismo período del año anterior.
Si se proyectan estas cifras hasta fin de año, el saldo del intercambio podría sorprender con una cifra récord. Es cierto que el inesperado superávit externo es producto principalmente de un desplome del 40% de las importaciones, más que de la robustez de las exportaciones.
Pero la crisis económica internacional pegó fuerte sobre las exportaciones industriales argentinas, como acero, automóviles o aluminio, que son las que consumen la mayor cantidad de insumos importados. El último informe de la consultora Bein & Asociados observa que el coeficiente de importación de las MOI (Manufacturas de Origen Industrial) es de 2 a 1: por cada dólar exportado se importan dos.
La caída del 15% en las exportaciones industriales en lo que va de 2009 sería entonces uno de los factores que explican el sorprendente resultado del intercambio comercial. Si este comportamiento de las MOI es deseable o no para la economía es otra discusión, en la que habría que considerar los impactos de las menores exportaciones industriales sobre el empleo o los salarios. Pero lo cierto es que el saldo neto de divisas que libera le está viniendo como anillo al dedo a la política económica.
Los 8.000 millones de dólares de superávit comercial obtenidos en cinco meses han contribuído a financiar la continua fuga de capitales, que en otro contexto de mayor debilidad externa habría tenido un impacto considerable sobre las reservas o la cotización del dólar. En lugar del clásico estrangulamiento del sector externo, la crisis mundial está impulsando una holgura de divisas que nadie anticipaba.




