El perro que no calla, de Ana Katz, se llevó el premio de la sección Big Screen de la muestra independiente, dotado con 30.000 euros. El premio mayor -reservado a operas primas- fue para la india Pebbles. Cómo funcionó la versión «mixta» de un festival central en la agenda anual.
Con entrega de premios culminó lo que en este año particular ha sido la primera parte del prestigioso Festival Internacional de cine de Rotterdam (IFFR), que continuará con su apuesta a lo híbrido con actividades hasta su (esperemos) cierre presencial en junio de este año. El premio mayor de la 50° IFFR fue para la india Pebbles, de Vinothraj P.S, en tanto que el jurado decidió otorgar dos galardones especiales a la francesa I comete – A corsican summer, de Pascal Tagnati y la kosovar Looking for venera, de Norika Sefa.
Si la competencia más conocida apunta a nuevos valores, a la búsqueda de lo emergente, en la competencia Big screen conviven realizadores nóveles con otros de mayor experiencia, películas populares, experimentales y de arte y ensayo. Y, en ella, la gran ganadora fue la argentina El perro que no calla de la siempre sutil y sensible realizadora Ana Katz. Con esto, la directora de Sueño Florianópolis asegura la distribución en Holanda de un hermoso y lírico ensayo en el que en los episodios que componen la trama se acercan, de algún modo, al incierto devenir humano. El reconocimiento de la crítica expresado por FIPRESCI, por su parte fue para la tailandesa The edge of Daybreak, de Taiki Sakpisit.
Diversidad de orígenes y temáticas, se puede encontrar un hilo conductor en los galardones que han sabido esquivar las apuestas más gruesas a la explotación de temas de impacto y a ciertos abusos en la reiteración de cantinelas políticamente correctas. La decisión de reconocer con un premio especial del jurado a la película francesa que sigue, coralmente, un verano en Córcega (muy merecido) puede generar algún debate, dadas las altas dosis de testosterona del film. Los jurados han apreciado las búsquedas formales, la personalidad de las miradas antes que el tema abordado en las películas, algo inusual.
Los premios pueden dar una idea de un festival que supo conservar su esencia. Pero deben destacarse otras películas que habrá que tener presentes en el futuro: la costarricense Aurora, de Paz Fábrega (sutil abordaje de la relación entre una adolescente embarazada y una profesora de arte); la australiana Friends and strangers, de James Vaughan (con una deriva rohmeriana cercana a Wes Anderson y Martín Rejtman); la japonesa Aristocrats, de Sode Yukiko (melodrama de baja intensidad sobre la tristeza existencial de la clase nipona acomodada) y la nueva película de Julien Faraut, el director de la inolvidable John McEnroe: in the realm of perfection, que emociona y divierte con Les sorcières de l’orient (nombre con que se conoció al excepcional equipo de volley femenino japonés).
Fuente: BAE