Alumnos de carreras de ingeniería, del Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA), obtuvieron el noveno lugar entre cuarenta representantes de instituciones educativas de todo el planeta
Un grupo de jóvenes argentinos logró posicionarse entre los 10 mejores equipos del mundo en una competencia internacional, auspiciada por la NASA, en la que tuvieron que diseñar, construir y lanzar su propio satélite. Los estudiantes de carreras de ingeniería, del Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA), obtuvieron el noveno lugar entre cuarenta representantes de instituciones educativas de todo el planeta en el certamen “CanSat Competition” de la NASA y la empresa Lockheed Martin.
La división argentina fue integrada por María Candelaria Ruiz Casas (Ing. Electrónica), Franco Nicolás Estevez (Ing. Informática), Jorge Pedro Torres (Ing. Mecánica), Juan Bautista Valero (Ing. Mecánica), Malena Vásquez Currie (Ing. Informática), Manuel Luque Meijide (Ing. Informática), Matías Calamaro (Ing. Mecánica), Tamara Raquel Canillas (Ing. Química), Tomás Donadu (Bioingeniería) y Tomislav Marko Separovic (Ing. Mecánica).
“Estamos muy contentos, ya que es el resultado de un proceso que comenzó hace dos años cuando quisimos participar por primera vez del concurso, donde, si bien llegamos a la final, por las condiciones epidemiológicas no pudimos viajar. En esta oportunidad, pudimos aprovechar esta experiencia al máximo y representar favorablemente al ITBA y la Argentina”, destacaron los chicos en diálogo con medios locales.
El jurado, que estaba compuesto por expertos de la industria, debía evaluarlos según un conjunto de criterios que se basaban principalmente en comprobar que su invención pudiera completar el vuelo de forma satisfactoria a 700 metros de altura, desplegando dos paracaídas independientes, y transmitiendo datos en vivo a una estación de control en tierra. Además, se debía desplegar un satélite secundario que grabara el descenso a velocidad controlada.
Según el detalle de la información presentada, la creación de los alumnos del ITBA consistió en una estructura rígida de varillas de fibra de carbono que soportaron los alojamientos para los sensores y actuadores tanto del módulo principal como del desplegable, que fueron impresos en 3D. Por otra parte, los componentes electrónicos como sensores de presión, temperatura, magnetómetros, entre otros, integraron el sistema de control encargado de regular el descenso, el despliegue de los paracaídas y estabilizar el giro del módulo desplegado, mientras enviaban la información recopilada por radio a una central de operaciones instalada en tierra.
Para llegar hasta esta instancia, los alumnos ya habían superado otra etapa donde fueron seleccionados entre más de 100 equipos. Gracias a esto tuvieron la posibilidad de viajar a Estados Unidos, a la Universidad Virginia Tech, para ser evaluados por profesionales.
La Sociedad Astronáutica Estadounidense (AAS) fue la encargada de organizar la competencia anual de diseño, construcción y lanzamiento para estudiantes sobre temas relacionados con el espacio. Si bien existen otros concursos similares para otros campos de la ingeniería, como robótica, aviones de radiocontrol, coches de carreras, etc, la mayoría de los certámenes relacionados con el espacio son concursos de diseño en papel. Si bien estos valen la pena, no brindan a los estudiantes la satisfacción de estar involucrados en el ciclo de vida de principio a fin de un proyecto de ingeniería complejo, desde el diseño conceptual, pasando por la integración y la prueba, la operación real del sistema y concluyendo con una evaluación posterior. Por lo tanto se realiza el resumen de la misión y debrief. La competencia satisface esa necesidad.
El concurso anual está abierto a equipos de universidades y colegios. Para participar, los mismos deben poder diseñar y construir un sistema de tipo espacial, siguiendo la guía de competencia aprobada, y luego hacerlo contra cada uno de los postulantes. Al final de dos semestres se determinan los ganadores. El reglamento establece que se proporcionan cohetes, pero los equipos son los responsables de financiar la construcción de su CanSat y de todos los gastos de viaje/alojamiento.
Con la plantación de 125 ejemplares autóctonos en Esperanza, comenzó la primera etapa del programa Plantemos un árbol por cada graduado y graduada. “Continuamos trabajando por el ambiente y por una UNL sostenible”, aseguró el rector Enrique Mammarella.
Con la plantación de 125 árboles nativos en la ciudad de Esperanza, la Universidad Nacional del Litoral comenzó a implementar el programa “Plantemos un árbol por cada graduada y graduado de la UNL”. “Continuamos trabajando por el ambiente y por una Universidad sostenible”, remarcó el rector Enrique Mammarella al encabezar la actividad central en el Campus FAVE junto a los decanos Oscar Osan, de la Facultad de Ciencias Agrarias, y Sergio Parra, de la Facultad de Ciencias Veterinarias. De este modo, Mammarella continuó explicando que “en este caso, a partir de una iniciativa del Programa de Graduados y Graduadas, estamos desarrollando una valiosa acción vinculada a generación y plantación de árboles autóctonos que, en esta primera etapa, se concretará en predios de la Universidad Nacional del Litoral pero que después se llevará a cabo en otros ámbitos a partir de convenios con comunas, municipios, gobiernos provinciales e instituciones intermedias”. La actividad se desarrolló este lunes 27 de junio en torno al nuevo aulario que se está construyendo en el Campus FAVE. Contó con la presencia de decenas de graduadas y graduados de diferentes unidades académicas de la UNL. Además, estuvieron presentes autoridades de Rectorado, de FCA y FCV. La instancia marcó el comienzo de la prueba piloto del Programa. En esta etapa se plantarán un total de 400 árboles; a los 125 árboles correspondientes a Esperanza se suman 200 en Santa Fe, 50 en Gálvez y 25 en Reconquista. Cabe recordar que esta iniciativa incluye la generación de plantines de especies nativas a partir de semillas colectadas y seleccionadas por el PROgrama de DOcumentación, COnservación y VAloración de la flora nativa de la UNL (PRODOCOVA); la siembra y producción se realiza en la Escuela de Agricultura, Ganadería y Granja (EAGG); la posterior crianza de los árboles en el Campo Experimental de Cultivos Intensivos y Forestales a cargo de FCA-UNL; y su plantación en lugares que se determinan por un consorcio formado para tal fin. En este sentido, además, se llevará registro y se hará un seguimiento de los ejemplares plantados.
Un árbol por cada graduada y graduado “Con este programa, la UNL también muestra el compromiso de las graduadas y los graduados con el desarrollo sostenible y el sostenimiento del vínculo de ellos con la Universidad a lo largo de toda su vida profesional”, enfatizó luego Mammarella para valorar: “Aprovechamos todo el potencial de FCA, de la Escuela Granja y de los viveros de nuestras Reservas Ecológicas para proyectar esta iniciativa que apunta a plantar un árbol de especie autóctona por cada graduada y graduado de la Universidad Nacional del Litoral. Es decir, en esta prueba piloto estamos plantando 400 ejemplares pero proyectamos generar y plantar, a partir de los acuerdos mencionados, unos 2000 por año”. Complementando las palabras del Rector, el responsable del Programa, Francisco Gasparotti, aseguró: “apostamos a la generación y plantación de árboles nativos de cada región en la que realizaremos las plantaciones. Esto es de una importancia superlativa, ya que las especies autóctonas se adaptan mejor a las condiciones de cada zona”. En este sentido, indicó que “la Universidad elaboró un plan de plantación de todos estos ejemplares a partir del trabajo de un comité integrado por especialistas y representantes de toda la UNL que son quienes determinan los destinos finales”. Así, finalmente, especificó que “los 400 ejemplares de la prueba piloto se están plantando en predios de la Universidad. De este modo, a los 125 plantados en Esperanza (28 en Campus FAVE, 60 en la EAGG; 37 en el Campo Experimental «Rincón de Ávila») se suman 200 en Ciudad Universitaria de Santa Fe, 25 en el Centro Universitario de Reconquista-Avellaneda y 50 en el Centro Universitario de Gálvez”.
Orgullo y compromiso Tras participar de la plantación, Geraldina Richard, graduada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, aseguró que “ésta es una actividad muy importante, sobre todo en esta época en la que nuestro ambiente está tan degradado. Destaco que se realice con plantas nativas ya que colabora directamente con nuestro ambiente regional, apostando por especies resilientes a nuestros climas y que están más en contacto con todas nuestras especies de animales, bacterias y hongos. Personalmente, también participo del PRODOCOVA y generalmente cuando alguien busca árboles para plantar en sus casas, la mayoría son exóticos”. Federico Tuninetti, que es graduado de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL, también fue parte de la actividad y, al culminar, remarcó: “Estoy muy contento y orgulloso de ser parte de esta iniciativa como graduado de esta casa de estudios. En el Campus FAVE desarrollé mi carrera y poder plantar un árbol en este predio para mi y para mis compañeros es muy importante. Es una manera de dejar una linda huella. Valoro la acción y deseo que se replique en toda la Universidad”.
Por un desarrollo sostenible “Plantemos un árbol por cada graduada y graduada de la UNL” es una iniciativa que fue aprobada por el Consejo Superior en 2020 y que retoma las pautas del Estatuto de la UNL, la Constitución Nacional y los tratados Internacionales signados por nuestro país, en los cuales se abordan las problemáticas del desarrollo sostenible. “La Universidad Nacional del Litoral, en su carácter de institución educativa, es un espacio privilegiado para la promoción del desarrollo integral de niños, niñas, adolescentes y jóvenes: para el aprendizaje de formas sanas de convivir y responsable con el ambiente”, se expresa en la Resolución REC 1080243/21. A su vez, se hace eco de las leyes aprobadas por el Congreso Nacional que apuntan al desarrollo sostenible, y también se cita que en la Provincia de Santa Fe se aprobó recientemente la Ley del Árbol (N°13.836) sancionada a fines de 2018 con el objetivo de establecer una política de estado en materia ambiental, a través de la promoción del arbolado en todo el territorio provincial en la cual se promueve las plantaciones en espacios públicos, incluyendo edificios públicos y en predios privados. Más adelante, la resolución cita el fragmento del Preámbulo del Estatuto que regula la vida universitaria, en el que la UNL asume el “desafío de formar mujeres y hombres libres, respetuosos de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana y el desarrollo sustentable así como la defensa de los valores democráticos…”. Y recuerda que entre los objetivos institucionales, el artículo 2 establece “generar un medio ambiente de trabajo saludable, brindando a sus miembros los servicios sociales y una infraestructura física accesible y apropiada para el desarrollo de las actividades generadas por la universidad”. También el artículo 83 del Estatuto se compromete a trabajar a través de proyectos en la identificación, desarrollo y fortalecimiento de políticas públicas entre otras cosas para el desarrollo sustentable. A continuación, el texto de la Resolución retoma que “en su Plan Institucional Estratégico 100+10, la Universidad Nacional del Litoral ha definido a la Sostenibilidad Ambiental como uno de los ejes transversales del planeamiento de las políticas, programas y proyectos institucionales, con el objetivo de reducir los impactos ambientales, preservar el patrimonio histórico-cultural, lograr la eficiencia en el uso de los recursos aplicados a las tareas de gestión, de obras, infraestructura y equipamiento, y resguardar las condiciones de trabajo de los actores universitarios en cada una de las acciones”.
A través de la biotecnología reproductiva, un equipo de la UNCuyo y el CONICET logró que naciera el primer cabrito con esta técnica, en Mendoza. Ahora quieren crear un banco de embriones.
A través de la biotecnología reproductiva, un equipo de biólogos de la UNCuyo logró que naciera el primer cabrito con esta técnica, en Mendoza. Ahora quieren crear un banco de embriones.
Se llama Galileo, nació el 24 de mayo y ahí está, caminando sin despegarse de su madre dentro del corral. Ni su pelaje, ni su tamaño ni su fisonomía lo distinguen del resto de las cabras del rebaño, aunque algo “invisible” en su genética le da una particularidad: es el primer ejemplar en Mendoza gestado mediante biotecnología reproductiva.
Se trata de una serie de técnicas que permiten aumentar la eficiencia reproductiva y las tasas de mejoramiento genético de los animales, con el objetivo de desarrollar la producción del sector ganadero, en este caso del caprino, de la zona limítrofe que comparten Mendoza, San Juan y San Luis.
Lo particular de la biotecnología reproductiva es que también tiene otros beneficios: con la criopreservación del semen de los mejores ejemplares machos se pueden conservar especies en peligro de extinción, incrementar favorablemente la multiplicación y transporte de material genético así como almacenar recursos genéticos únicos que puedan disponerse con relativa facilidad para su posible utilización futura.
Todo esto es precisamente lo que ensayan, con un objetivo de desarrollo a gran escala, en el Laboratorio de Biología Reproductiva y Molecular de la UNCUYO y el CONICET. Como parte del Instituto de Histología y Embriología de Mendoza (IHEM), este laboratorio, liderado por la Dra. en Bioquímica y “gametóloga” Marcela Michaut, fue el encargado de implementar exitosamente la técnica que le dio vida a Galileo, el cabrito que hoy crece saludable en los corrales de la escuela Galileo Vitali de La Paz, cuyos alumnos de 6° año son los encargados de acompañar su crecimiento como parte de su formación educativa.
Técnicas exitosas
Galileo fue gestado con el semen criopreservado (congelado en nitrógeno líquido) del chivo ganador de la Expo Malargüe 2021 en la categoría ganado caprino. La calidad genética de este “Superman” de las cabras de Mendoza fue así transferida al cabrito gracias a la tecnología reproductiva utilizada por Michaut y su equipo, los biólogos Paula Wetten y Omar Klinsky. Ellas y él trabajan en el laboratorio del IHEM en esta iniciativa que entusiasma a unos 50 pequeños productores caprinos de la región, en su mayoría de la comunidad Huarpe de la zona tripartita de Cuyo.
“Mediante un conjunto de técnicas que pueden ir desde la inseminación artificial hasta la clonación, se busca aumentar la eficiencia reproductiva y mejorar la genética de los animales. De esta manera, la biotecnología reproductiva permitirá también aumentar la producción en contraestación, es decir en tiempos donde naturalmente no hay nacimientos. Es una manera de acortar los tiempos naturales en beneficio de mejorar y aumentar la producción caprina”, explica Michaut.
Tras esta primera experiencia exitosa, en el Laboratorio de Biología Reproductiva y Molecular se entusiasman con dar ahora un nuevo paso: criopreservar embriones de la cabra criolla a partir de la maduración in vitro de ovocitos caprinos. “Lograr esto será importante no sólo para mejorar y conservar la genética del ganado sino también para sobreponerse a desastres naturales. Así, la transferencia de embriones también es una forma de acortar los tiempos naturales en beneficio de preservar la producción de la cabra criolla”, amplía la directora del proyecto.
Para ella, es clave haber logrado desarrollar técnicas biotecnológicas que permiten el conocimiento básico de las gametas de la cabra: “Sabiendo cuál es la fisiología de los espermatozoides y de los ovocitos, se puede criopreservar aplicando distintos protocolos y técnicas. Y mantener ese material genético, para poder ser usado en beneficio del productor”.
Aumentar la producción ganadera
Como lo demuestra la gestación de Galileo, los científicos de la UNCUYO y el CONICET ya pueden ayudar a aumentar la producción ganadera caprina (y también la bovina, según planifican) congelando el semen de un macho que fenotípicamente -en cuanto a sus características de peso y tamaño- es considerado un buen ejemplar. Con ese material genético después inseminan hembras estimuladas hormonalmente. “También ayuda porque podemos obtener animales en contraestación, la época donde naturalmente no nacen. Se puede ahorrar tiempo de la naturaleza usando este material congelado”, completa Michaut, en referencia a que así se aceleran los tiempos de la reproducción y se ahorran los del celo y el apareamiento.
Pero hay otro aspecto que en el Laboratorio vislumbran como un objetivo más: crear un banco de embriones. “Es nuestro mayor sueño. Tenemos la tecnología y la infraestructura, estamos compitiendo para conseguir nuevo financiamiento. Hemos demostrado que tenemos la capacidad de hacerlo”, dice la doctora en Bioquímica.
Y pone como ejemplo el caso del padre de Galileo, que murió hace poco. “Tenemos sus muestras de semen criopreservado”, aclara. O sea que puede seguir engendrando hijos después de su muerte: “Esa es la importancia de la biotecnología reproductiva. Es ayudar a la naturaleza. Y de esa manera ayudamos al productor, porque el proyecto tiene también un fin social: si el ganado de esta comunidad empieza a decaer en calidad, tienen pérdidas económicas, porque es su medio de vida. Estamos ayudando a mejorar su producción”.
El hallazgo, que tuvo alentadores resultados en ratones, podría «mejorar muchísimo la condición de los pacientes», destacó el biólogo molecular y director del proyecto de investigación, Alberto Kornblihtt.
Un equipo de científicos argentinos logró probar con éxito en ratones un nuevo tratamiento para la Atrofia Muscular Espinal (AME) que optimiza uno de los fármacos más utilizados a partir de la combinación con otro medicamento también existente, según dio a conocer el Ministerio de Ciencia y Tecnología y la prestigiosa revista Cell que llevó la noticia a portada.
La investigación encabezada por científicos del Conicet mostró en «ensayos in vitro e in vivo» que los resultados del tratamiento con el medicamento «Nusinersen» -un oligonucleótido antisentido (ASO)- pueden mejorarse si se administra junto con ácido valproico, un fármaco que actualmente se utiliza para tratar casos de epilepsia.
«Nosotros trabajamos en un fenómeno (celular) que se llamado ‘splicing alternativo’ que hace que cada gen pueda codificar más de una proteína y la AME es una enfermedad hereditaria que altera este mecanismo» produciendo insuficientes cantidades de la proteína SMN, dijo a Télam el biólogo molecular y director del proyecto de investigación, Alberto Kornblihtt
«El uruguayo Adrián Krainer ya diseñó una terapia que permite corregir ese defecto y mejorar muchísimo la condición de los pacientes. Nosotros investigamos el mecanismo en profundidad y descubrimos que se puede agregar otro medicamento, llamado ácido valproico, que permite que fármaco sea más eficiente», agregó.
El hallazgo fue anunciado en una conferencia de prensa en el auditorio del centro donde se llevó a cabo la investigación -el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne) de la UBA y el Conicet-; un encuentro del que también participaron el ministro de Ciencia y Técnica Daniel Filmus, la presidenta del Conicet Ana Franchi y la presidenta de Familias AME, Vanina Sánchez.
¿Qué es la atrofia muscular espinal?
La atrofia muscular espinal (AME) es una enfermedad neurodegenerativa infrecuente que afecta a las neuronas motoras y es causada por mutaciones en las dos copias del gen SMN1.
Aunque hay diferentes tipos de AME, determinados por la gravedad de la patología y el momento de aparición de los síntomas, esta enfermedad se caracteriza por una progresiva pérdida de la fuerza muscular y puede afectar la posibilidad de hablar, caminar, tragar y hasta de respirar.
Hasta fines de 2016, los tratamientos disponibles para AME eran únicamente de sostén, y no había ninguna terapia farmacológica que permitiera frenar o ralentizar el avance de la enfermedad.
Esta situación cambió cuando en diciembre de aquel año la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) autorizó el uso de un medicamento conocido como Nusinersen, que luego también fue aprobado en la Argentina.
Este fármaco permite aumentar la producción de la proteína SMN en pacientes con AME y así detener o ralentizar la muerte progresiva de las neuronas motoras.
«Nuestros resultados fueron obtenidas en células humanas en cultivo y en ratones modelo de la enfermedad, pero todavía falta probar la efectividad en pacientes y para eso será necesario realizar ensayos clínicos con mucho rigor», dijo.
El biólogo molecular e investigador del Conicet explicó que el hallazgo de este «nuevo mecanismo» estuvo «basado en nuestras investigaciones básicas de más de 25 años» y la expectativa es que «permita diseñar una terapia combinada más eficiente para la enfermedad».
«Los ratones con AME a los que se les suministra de forma combinada el Nusinersen con un inhibidor de la histona desacetilasa, como el ácido valproico, tienen mayor sobrevida, ganan más peso y tienen mejores propiedades motoras y más fuerza en las extremidades anteriores que los ratones a los que se les administra solo el medicamento de Kreinen», señaló Luciano Marasco, becario doctoral del Conicet en el Ifibyne y primer autor del trabajo.
Ambos destacaron que esta investigación se inició a partir de una demanda directa de la asociación Familias de Atrofia Muscular Espinal (FAME), cuyos representantes literalmente un día «golpearon la puerta de nuestra oficina» para pedirles que enfocaran sus trabajos de investigación al desarrollo de nuevos y mejores tratamientos para tratar la enfermedad que padecen sus hijos u otros familiares.
«Nosotros apostamos a una investigación en ciencia básica porque entendemos que cuanto más se conozca sobre el tema, aumentan las posibilidades de que se desarrollen mejores terapias», afirma Vanina Sánchez, presidenta de FAME Argentina (ver recuadro).
Y, según Kornblihtt, fue gracias «a su demanda, su instancia, su sabiduría» que se llegó a los resultados que se exponen hoy.
«Para que los grupos de investigación se dediquen a este tipo de tareas, además de la promoción estatal, tiene que haber una demanda, ya sea del sistema productivo privado, del sector estatal, de los familiares», agregó.
Por su parte, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Daniel Filmus calificó como «un orgullo argentino» el resultado de esta investigación y destacó «dos cualidades fundamentales» de la relación ciencia-sociedad.
«Una es el talento de sus investigadores cuando el Estado genera las condiciones para poder desarrollarlas y la segunda es la capacidad de demanda, -incluso directa- de nuestra sociedad civil que no todos los países la tienen», dijo.
A su turno la presidenta del Conicet Ana Franchi ponderó la «unión virtuosa entre grupos de investigación, el Estado presente, las familias, la sociedad» detrás de este resultado científico, a la que después se sumarán «las empresas que van a poder escalar los resultados de la investigación»
«La pandemia demostró que podemos responder a necesidades inmensas de la sociedad y si tenemos en cuenta que sólo el 5% de las enfermedades poco frecuentes tienen una respuesta farmacológica, el trabajo por delante es muchísimo. Pareciera que un país periférico con una economía complicada no podría responder, pero acá se pudo y creemos que van a segur pudiendo», dijo.
Los investigadores también probaron combinar el ASO con otro inhibidor de la histona desacetilasa, como la tricostatina, con similares resultados, pero a diferencia de la tricostatina el ácido valproico ya está aprobado para uso clínico.
LAS FAMILIAS DE PACIENTES CON ATROFIA MUSCULAR ESPINAL AHORA ESPERAN POR ENSAYOS CLÍNICOS
La presidenta de la asociación de Familias Atrofia Muscular Espinal (FAME), Vanina Sánchez, aseguró que ahora la «expectativa» de la comunidad es que se puedan llevar adelante en Argentina «ensayos clínicos para mejorar los tratamientos existentes» para esta enfermedad neuromuscular degenerativa, tras los buenos resultados obtenidos para una terapia combinada a nivel preclínico.
El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y el Conicet dio a conocer hoy que un equipo de científicos argentinos logró probar con éxito en ratones un nuevo tratamiento para la Atrofia Muscular Espinal (AME) que optimiza uno de los fármacos más utilizados a partir de la combinación con otro medicamento también existente.
«Nosotros tenemos la expectativa de que este nuevo paso abra la puerta a protocolos clínicos, a que estos tratamientos combinados se puedan probar en personas con AME», dijo Sánchez, cuyo hijo Joaquín (9) padece AME tipo 2.
La atrofia muscular espinal (AME) es una enfermedad genética neurodegenerativa poco frecuente –se da en uno cada 10 mil nacidos vivos- que afecta a las neuronas motoras y se caracteriza por una progresiva pérdida de la fuerza muscular y puede afectar la posibilidad de hablar, caminar, tragar y hasta de respirar.
«A Joaquín lo diagnosticaron a los 15 meses cuando tenía que empezar a caminar. De hecho, llegamos al diagnóstico porque él intentaba pararse y dar pasos y no podía, se caía», contó.
«Y luego de unos cuantos meses hicimos un estudio genético que determinó que tenía EMA, una enfermedad para la cual en ese momento no había tratamiento (farmacológico) disponible, aunque pero sí muchas otras cosas terapias para que el paciente empeore lo más lento posible, como kinesiología», dijo.
El niño asistió a la conferencia de prensa donde se anunciaron los resultados del estudio preclínico en una silla postural comandada por el mismo, aunque «tiene periodos del día en que está parado o da pasos con un andador».
Y todo gracias al tratamiento iniciado a sus cuatro años con una de las drogas disponibles porque «lo que dice la historia natural de la enfermedad es que sin tratamientos un niño con AME tipo 2 no logra pararse ni caminar».
Sánchez explicó que tres son los tratamientos farmacológicos disponibles en el mundo, dos de los cuales ya fueron aprobados también en la Argentina y se están utilizando, aunque no están contemplados en el PMO sino en una política de reintegros.
«La primera droga aprobada por la FDA en 2016 y por Argentina dos años y medio después se llama Nusinersen y su nombre comercial es Spinraza. El segundo es Zolgensma que es una terapia genética que reemplaza el gen defectuoso aprobada en el año 2020 en EEUU y en enero 2021 en nuestro país, pero aún hay pocos pacientes en tratamiento porque faltan pautas de cobertura», dijo
La titular de FAME agregó que «un tercer tratamiento aprobado en el mundo en 2020 que es el Evrysdi –cuyo nombre comercial es Risdiplan es el nombre comercial- que aún no está aprobado en nuestro país, pero está en proceso de serlo».
Como consecuencia de esta situación, Sánchez explicó que «tenemos el 50% de nuestra población en tratamiento y el otro 50% luchando por conseguirlo».
«Y por otro lado se están probando combinación de tratamientos farmacológicos y actualmente hay más de 20 líneas de investigación que están apostando a demostrar que esos tratamientos combinados tienen efecto, sobre todo en los pacientes que tienen más tiempo con la enfermedad y, por lo tanto, más deterioro».
Hoy se inaugura en Exactas/UBA el Laboratorio Argentino de Mediciones de Bajo umbral de Detección y sus Aplicaciones (Lambda). Permitirá avanzar también en la física de otras partículas muy elusivas, los neutrinos
Para cualquiera que se haya asomado el cielo nocturno, cuesta imaginar que ese océano infinito tachonado de luces y agitado por fuerzas inimaginables, esas gemas de colores iridiscentes, los cúmulos de galaxias que nos dejan boquiabiertos ante las imágenes capturadas por el telescopio espacial Hubble sean apenas el 4% del universo, y que el 96% de la materia y la energía restantes sean invisibles no solo para nuestros ojos, sino también para los más poderosos detectores con que cuentan los investigadores. Resulta difícil de aceptar pero, al parecer, la mayor parte del universo está llena de “algo” que astrónomos y astrofísicos no pueden explicar, partículas diferentes de las que tan bien describe el modelo estándar de la física.
Javier Tiffenberg, un joven físico argentino formado en la Universidad de Buenos Aires, pero actualmente investigador del Fermilab, Chicago, trabaja con el segundo acelerador de partículas entre los más potentes del mundo (después del Gran Colisionador de Hadrones, en la frontera franco-suiza). Intenta dilucidar qué es esta entidad presente en los más remotos confines del universo y de cuya existencia se teoriza a partir del movimiento de galaxias y de cúmulos de galaxias. Aunque todavía no se puede decir qué es, “Incluso se pudieron desarrollar simulaciones y trazar un mapa de dónde está distribuida en el universo”, contaba hace un par de años, durante una visita a la Argentina.
A partir de hoy, él y Darío Rodrigues Ferreira Maltez dirigirán un nuevo laboratorio experimental en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, el Laboratorio Argentino de Mediciones de Bajo Umbral de Detección y sus Aplicaciones (Lambda), que investigará en las fronteras del conocimiento sobre materia oscura y otros temas que suscitan enorme interés en la física actual, como la detección de neutrinos.
Tiffenberg, doctorado en Exactas, recibió en 2020 el premio New Horizons, que entrega la Fundación Breaktrough, por haber ideado un sensor, el Skipper-CCD (charged coupled device o dispositivo de carga aplicada) capaz de detectar partículas elementales con una altísima resolución, lo que hace posible por primera vez el registro y la medición de la unidad mínima de energía, y que también tiene aplicaciones en óptica cuántica y astronomía.
“La colaboración entre el Departamento de Física y Fermilab existe hace bastante tiempo –cuenta Rodrigues–. Otros profesores de nuestro grupo hicieron estadías, pasantías, doctorados, posdocs en Chicago, Estados Unidos. Y Javier tiene en el Fermilab un grupo también compuesto por varios argentinos que logró hacer funcionar el Skipper-CCD, que será central en nuestro laboratorio. Todo lo que hacemos y haremos girará alrededor de este detector, que es la tecnología de vanguardia que nos permite buscar materia oscura, hacer física de neutrinos, óptica cuántica y trabajar en varias preguntas abiertas que tienen aspectos en común”.
La «sociedad» Tiffenberg-Rodrigues resulta una pieza fundamental para que exista el laboratorio, porque esta tecnología no es comercial, no se puede comprar. “Los desarrolló el Fermilab en colaboración con Berkeley Lab, y nació con el objetivo de buscar materia oscura en el marco de un experimento que se llama ‘Sensei’ (Sub-electron noise Skipper-CCD experimental instrument) y que justamente busca materia oscura, que es algo que uno supone que existe, que hace falta que exista para explicar muchas observaciones astronómicas, pero que todavía no fue detectada por los instrumentos con que contamos”, explica Rodrigues.
El equipo es parecido a los sensores convencionales que se encuentran en las cámaras fotográficas de muy alta calidad o en telescopios, pero con una particularidad: es capaz de contar electrones de a uno. “Las diferentes interacciones con la materia oscura, si existiera, pueden ‘ionizar’, eso significa arrancarle un electrón a un átomo. Después, uno los puede atrapar –detalla el físico–. Si hay uno, dos, 8000 o 1001, el equipo es capaz de decir cuántos quedaron en el detector”.
Esa capacidad permite un salto “cuántico” similar al que debe haberse dado cuando surgió el microscopio: se pudieron revisar los estudios que ya se habían hecho con la lupa y agregar otros que antes habían sido imposibles. “Con el ‘Skipper’ pasa un poco eso –cuenta Rodrigues–. Cuando se busca materia oscura, se necesita [un equipo] ultra sensible, porque de existir, su interacción con la materia convencional, la que nos forma a nosotros, es muy, pero muy débil. Si no, la hubiéramos visto hace rato”.
La pesquisa de estas partículas inasibles lleva varios años. Los primeros en postular que debía haber “algo” allí afuera que no estábamos viendo, a principios de la década de 1930, fueron el célebre astrónomo holandés Jan Oort, pionero de la radioastronomía, pero más conocido por la nube de cometas que lleva su nombre, y por su colega suizo de origen húngaro, Fritz Zwicky. Pero no se los tomó en serio durante cuarenta años, hasta que la astrónoma Vera Rubin realizó un descubrimiento sensacional: sus cálculos mostraron que la gran espiral de la galaxia tenía una rotación extraña y las estrellas de los bordes se movían tan rápido como las del centro, algo que viola las leyes de la gravedad de Newton.
Desde entonces, se realizaron gran cantidad de experimentos y se avanzó mucho; por lo menos, «tachando» candidatos. “No sabemos qué es, pero sí que tiene que interactuar gravitatoriamente. Cuando uno busca algo que no encuentra, eso también significa mucho –explica Rodrigues–. Porque puede decir llegué hasta acá y hasta acá, y sé que no está. Entonces, se van restringiendo posibilidades.
Sensei, el experimento para buscar materia oscura y uno de cuyos líderes es Tiffenberg, se encuentra en la vanguardia en ese campo precisamente porque tiene el mejor “límite de exclusión” para un cierto rango de energía. “Si existe, la estamos acorralando, su probabilidad de interactuar con la materia conocida tiene que ser muy, pero muy bajita –destaca Rodrigues, que también forma parte de la colaboración–. Si con la sensibilidad que tenemos hoy no la vimos, es porque su interacción es incluso más débil de lo que se pensaba”.
Pero el objeto del nuevo Laboratorio Lambda no es solo la “cacería” de este extraño personaje de la novela cósmica. Por primera vez en el mundo, hace seis meses, los científicos instalaron un Skipper-CCD dentro de la central nuclear de Atucha, a tan solo 12 metros del núcleo del reactor. Estos dispositivos son la mayor fuente de neutrinos que hay en la Tierra.
Para hacerse una idea, el detector es un gramo de silicio. Una película muy delgada de alrededor de dos centímetros por cuatro y unos 600 micrones de espesor, ubicada dentro de una cámara de vacío para protegerla de la humedad atmosférica y para que pueda funcionar a -130 grados Celsius. Además, tiene una electrónica asociada que le indica cómo mover la carga que se genera y que permite leer las imágenes. “En el fondo, es una cámara de fotos, pero registra imágenes de las partículas elementales que nos interesan –comenta Rodrigues–. Otra idea que tenemos es usarlo para fotones, que son las partículas de luz. Cada vez que uno de ellos llega el detector, arranca un electrón de su átomo. Entonces nosotros sabemos que si encontramos un electrón fuera de lugar, es porque vino un fotón y lo puso ahí. Así, también podemos contar fotones de a uno, algo muy valioso en experimentos de óptica cuántica”.
Además del detector instalado en Atucha, hay otro en el Laboratorio Lambda, en el segundo piso del Pabellón I de Ciudad Universitaria, otro en Bariloche, donde hay otro grupo de científicos que trabajan en colaboración con el Fermilab, y otro en Bahía Blanca. “Hay muchos argentinos trabajando en Fermilab y hay mucho intercambio de estudiantes, tesistas de licenciatura, doctorandos que van a finalizar su formación y vuelven con la experticia para manejar estos sensores –subraya Rodrigues–. O sea, que la participación local en la existencia de esta tecnología es importante, ya sea desde el país o por argentinos ya radicados en los Estados Unidos. Desde el laboratorio, intervenimos de dos maneras: haciendo análisis de datos y también investigando su funcionamiento. Es tan nueva (hace cinco años no existía, porque el primer paper de Javier es de 2017) que hay muchísimo por hacer para mejorarla y extender sus capacidades”.
«Esto es un sueño hecho realidad», confesó Tiffenberg, durante la inauguración.
Inspirados en el robot de la película de Disney que reflexiona sobre el cuidado del planeta, los lentes ayudan a estimular la rehabilitación visual y contrarrestan el estrabismo en niñas y niños, aseguran sus creadores.
Tres estudiantes jujeños de ingeniería diseñaron unos lentes íntegramente con impresoras 3D que ayudan a estimular la rehabilitación visual y contrarrestan el estrabismo en niñas y niños, que fueron rebautizados por los chicos que comenzaron a usarlos como «Wallie» por el robot de la película de Disney que reflexiona sobre el cuidado del planeta y tiene ojos que se asemejan al dispositivo.
Elber Leonel Chaile, Daniel Omar Tolaba y Rodrigo Agustín Impa son los alumnos de la carrera de ingeniería industrial de la Universidad Nacional de Jujuy (UNJu) que conformaron el colectivo Tecnología e Innovación con Compromiso Humanitario (TICH) y bajo esa premisa desarrollaron los lentes que denominaron «Vision», aunque luego adoptaron el nombre que le colocaron sus usuarios.
«Estos lentes no existen en el mercado, nosotros lo creamos desde cero»
Leonel Chaile
Los dispositivos fueron probados con buenos resultados en bebés, chicos y hasta adolescentes de 13 años que asisten a la Asociación Todos Juntos, ubicada en la capital jujeña, que trabaja desde hace más de tres décadas en la contención de personas con Síndrome de Down y brinda estimulación temprana a recién nacidos, además de alentar la inclusión escolar y laboral en el caso de los más grandes.
Su particularidad es que permiten el tapado total de un ojo y facilitan el trabajo de la visión media, también estimulan el ojo desviado y se utilizan previo a una posible operación o a acceder a anteojos con aumentos, explicaron sus diseñadores.
Por otro lado, al haberse confeccionado con material 3D se presentan con encastres con partes intercambiables, lo que resultad una ventaja en caso de rotura o pérdida.
Además, pueden adaptarse a distintas características faciales, son económicos y de fácil acceso y tienen un uso terapéutico para personas con estrabismo y para estimular el resto visual.
El estrabismo es un trastorno por el cual los dos ojos no se alinean en la misma dirección, por lo que no miran el mismo objeto al mismo tiempo, y se lo conoce también como ojos bizcos, una desviación que puede tener un origen genético, neurológico o ser causado por agudeza visual.
«Nació con un fin solidario y mantiene esa premisa con la perspectiva de perfeccionar mucho más el producto de uso profesional»
Rodrigo Agustín Impa
«Los lentes para tratar el estrabismo están realizados en un cien por ciento con material 3D, y pensados para estimular la rehabilitación visual», dijo en diálogo con Télam Chaile sobre el dispositivo que comenzó a idearse en 2021 mientras cursaban la cátedra diseño industrial I y II.
Tras tomar contacto con la Asociación Todos Juntos, los jóvenes comenzaron a idear los lentes. «Tomamos el desafío de generar respuestas que fueron planteadas por la institución civil y así incursionamos en el diseño de múltiples bocetos y maquetas» en medio de las restricciones por la pandemia de coronavirus, lo que hizo «más difícil entrevistar a los beneficiarios», contó Chaile.
El estudiante de 28 años afirmó que el material utilizado fue bien aceptado «debido a que para tratar la problemática los profesionales utilizaban soluciones caseras con tubos u otros elementos».
Impa, por su parte, sostuvo que la iniciativa nació con «un fin solidario y mantiene esa premisa con la perspectiva de perfeccionar mucho más el producto de uso profesional».
«Estos lentes no existen en el mercado, nosotros lo creamos desde cero», contó sobre los dispositivos que se diferencian de los anteojos de cristales que solo pueden usarse para la situación particular de una persona y son más caros.
Antes de desarrollar el proyecto, los estudiantes conversaron con profesionales que tratan el estrabismo y visitaron a personas que lo padecen para entender sus necesidades y mejorar el diseño de los prototipos.
«Los lentes Walle permiten entrenar jugando con los anteojos previo a la operación. Por ejemplo al tapar el ojo que ve más se puede evitar que el otro ojo que ve menos, que es el que se desvía, haga el efecto que antes se llamaba ‘ojo vago'»
Marcela Valladares
«El producto es innovador, tiene recursos para la corrección del estrabismo y no se fabrica en el país», dijo Impa, quien detalló que se regulan «en 360 grados a través de los agujeros estenopeicos (un instrumento de diagnóstico en oftalmología y optometría), lo que hace que se pueda tratar esa patología en sus diferentes grados y para chicos de distintas edades».
«Nos gusta muchísimo que los conocimientos adquiridos en la facultad sirvan para satisfacer las necesidades de las personas», remarcó el estudiante.
Con miras al futuro, los tres diseñadores se plantearon llegar a la mayor cantidad de organismos que tratan la corrección del estrabismo para facilitar el acceso al dispositivo, lo que ven como «una retribución a la sociedad de nuestro paso por la universidad».
Marcela Valladares, profesora de Educación Especial formada en estimulación visual, destacó en diálogo con Télam la importancias de que los dispositivos creados por los estudiantes «son elementos que no se pueden comprar».
«El hecho que puedan diseñar los lentes con todas las características de tapado total, visión media, me viene fantástico porque me permite trabajar con los chicos previo a poder equiparlos con los anteojos con aumentos», detalló la especialista que desarrolla su actividad en la Asociación Todos Juntos.
Con los niños y niñas más chiquitos «se puede determinar si el problema es de madurez del ojo o si realmente hay una baja visión en alguno de esos ojos y también sirve para personas que tienen un estrabismo genético», explicó sobre el uso del dispositivo.
«Los lentes Walle permiten entrenar jugando con los anteojos previo a la operación. Por ejemplo al tapar el ojo que ve más se puede evitar que el otro ojo que ve menos, que es el que se desvía, haga el efecto que antes se llamaba ‘ojo vago'», aclaró.
Además, destacó que se trata de un producto «no invasivo» ya que cuando se pone un parche en el ojo de los niños «están más pendientes de arrancárselos; en cambio este lente permite trabajar mejor con el ojo que tiene la desviación».
«Los chicos juegan y están chochos porque trabajamos la mirada central por 10 o 15 minutos, lo que antes no lograban hacer», reconoció la profesional, que agregó que eso «permite entrenarlos para luego equiparlos con anteojos».
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