PUERTO BEMBERG.- «¿Presión alta? Acá, póngale burrito al mate», dice Roberto y alcanza un yuyo de perfume suave y dulzón.
«También hay cola de caballo para el riñón, ruda para el dolor de oído o esta florcita, ve, santa lucía, que si aprieta va a ver que sale agua. Se usa como gotas para ojos», agrega.
Hay orgullo en las palabras de este hombre. No orgullo de su saber, que por cierto comparte con humildad -y fuerte acento guaraní-, sino orgullo de sus plantas, del vivero que cuida con esmero y del trabajo que vuelve a asomar después de tantos años, de tanto olvido.
Porque en este paño de tierra color ladrillo, de ríos exagerados y selva que lo devora todo, alguna vez vivieron seis mil personas. Seis mil personas que trabajaban en los yerbales del grupo Bemberg, y que contaban con luz eléctrica, red de agua, médico, estafeta postal, y hasta cine los domingos. Puerto Bemberg se llamaba el pueblo, y dicen que allá por los años 30 era considerado un modelo.
Los vericuetos de la historia quisieron que la desaparición de la comunidad fuera tan repentina como prósperos sus orígenes.
«Todo se reduce a una cuestión de polleras», ironiza Juan Manuel Zorraquín, quien junto a su mujer, Carolina Fonrouge, maneja la posada que hoy se destaca entre la espesura de la mata atlántica, y que no podía llamarse de otro modo que Puerto Bemberg.
Cuenta Juan Manuel que cuando Eva Perón viajó a París en 1952, Rosita Bemberg, hermana de Otto y Federico (referentes de la familia fundadora) y residente en la capital francesa, se negó a recibir a la primera dama con pompa y protocolo. Sin quererlo, selló el destino de la pujante localidad misionera.
Lo que siguió fue la expropiación sistemática de las tierras de los Bemberg en ese rincón del país, el abandono de los cultivos y una inoportuna crisis de la yerba. Poco a poco la desidia, la falta de trabajo y la maleza se comieron al pueblo (que, dicho sea de paso, cambió su nombre por Puerto Evita, y más tarde, con la Revolución Libertadora, por Puerto Libertad, como hoy se llama la localidad más cercana).
El final feliz de toda esta historia -que continuó con la recuperación parcial de tierras, un ensayo de forestación de pinos y la posterior liquidación de bienes de la empresa familiar- es que los Bemberg retuvieron 390 hectáreas de selva misionera, precisamente aquellas donde se alzaba la antigua hostería del pueblo, sobre un barranco del Paraná.
Respetando la arquitectura colonial y el estilo original de la casona, arcadas, techo de tejas, mucha madera, por ejemplo, Juan Zorraquín (padre) y Alix De Ganay le devolvieron vida a la vieja hostería, que hoy luce como flamante refugio de lujo -es miembro de la cadena NA Town & Country Hotels- en plena selva, a 30 minutos del Parque Nacional Iguazú.
Más allá de que la posada ofrece buenas razones para no moverse de allí -desde una biblioteca de 2000 libros, incluidas traducciones del Martín Fierro al chino, hasta una cava de vinos, pileta, cocina con toque regional y un deck donde las tardes no tienen desperdicio-, la idea de sus mentores es otra. Sí, claro, la visita a las Cataratas no se discute, pero el viaje hasta aquí no se agota con las famosas caídas de aguaPuerto Bemberg / Hotel boutique con sello tropical.A 30 minutos del Parque Nacional Iguazú, abre sus puertas la histórica posada colonial, que desde hace casi un siglo pertenece a la familia Bemberg
Conciencia ecológica
La conciencia ecológica guía buena parte de los programas que se ofrecen en Puerto Bemberg. En lancha por el Paraná (y acariciando la costa paraguaya), por ejemplo, es posible apreciar el monte autóctono de la mata atlántica (del que queda apenas un 7% de su extensión original), descubrir los hábitos de esos animalitos que terminan con acento en la í (el coatí, el mono caí, el conejo tapetí), o estremecerse con los saltos de agua que aparecen así como nada, en medio de la soledad del río. Y por qué no darse un chapuzón en las piletas naturales que se forman al pie de estas minicataratas que son el salto de Itutí y el salto de Yasy.
La opción terrestre incluye una caminata de 4 km por el sendero que se abre a pasos de la casa, entre bosques de laurel y guatambú, una nube de mariposas tamaño extra large, lianas gruesas como boas y las cañas de tacuararuzú, cuya agua sirve como cicatrizante. Las de bambú, en cambio, ahora están secas, porque justo se cumple su ciclo de vida, que dura 30 años.
Todo esto nos explica Emilio White, el naturalista que ayuda a desarrollar los senderos, miradores y puentes de Puerto Bemberg. Aunque la verdadera pasión de Emilio son las aves. «Este es el sonido que hace el bailarín azul cuando corteja a la hembra», dice, y los parlantes de su ipod reproducen el canto del pajarito enamoradizo.
Su demostración no es sólo didáctica: las grabaciones atraen los verdaderos ejemplares. Emilio espera paciente, como el cazador a su presa, con el oído alerta y los binoculares al alcance de la mano. Y así aparece el surucuá, un pariente del quetzal con pecho amarillo chillón; la euphonia, un pajarito de apenas 10 cm; el carpintero verde…
De regreso de esa gran lección de naturaleza, la tarde es un desparramo de naranjas y rosas sobre el río. Un mozo vestido con aopoí, camisa tipo guayabera, y bombachas, el uniforme de los que trabajan aquí (que, por cierto, son todos lugareños) nos acerca un budín de yerba mate, especialidad de la casa.
No hay lugar para el estrés. Pero si en una de ésas pasa lo impensado y le duele la cabeza, acuérdese: Roberto le proveerá algún yuyito milagroso que lo dejará como nuevo.
Por Teresa Bausili
Enviada especial
Fotos: Alfredo Sánchez
Cataratas, un clásico
IGUAZU.- Algunos le dicen ducha, otros spray, unos cuantos bautismo; los más graciosos, hidromasaje. Pero más allá de las denominaciones, todos coinciden en algo: imposible no quedar empapado con la aventura, que no por casualidad se llama Aventura Náutica y es una de las más populares del Parque Nacional Iguazú.
La cosa es así: el gomón remonta el río Iguazú y se acerca a un salto (puede ser el San Martín o Los Tres Mosqueteros), se acerca más, la espuma riega a los pasajeros sin piedad, todos gritan, todos vuelven con una sonrisa.
Claro que también hay paseos con menores cuotas de adrenalina, como la navegación a remo por el delta del río Iguazú Superior. El programa es una buena alternativa para aprender sobre la asombrosa flora y fauna que esconde la selva (en el parque existen 450 especies de aves, casi la mitad de las que hay en todo el país), pero también, dato no menor, para tomarse un respiro de las inevitables multitudes que convocan las Cataratas.
Sólo el 2008 llegaron hasta aquí 1.200.000 visitantes, aunque parece que la crisis está haciendo de las suyas: en lugar de 5000 turistas por día, ahora se registran 3000.
La vedette sigue siendo la Garganta del Diablo, con su espectacular caída de 80 metros, los múltiples arco iris que se forman en las gotitas suspendidas en el aire, la nube de rocío, el rugido permanente.
Y si para a almorzar, esté bien atento a los posibles atracos: los caotíes, animalitos emparentados con los mapaches, son rápidos para robar comida. Tan rápidos, que parece que en algunos han detectado caries y colesterol. Es, acaso, el lado menos glamoroso de las Cataratas.
Datos útiles
Cómo llegar
Dónde dormir
Puerto Bemberg. En temporada baja, el precio de la habitación deluxe (base doble) es de US$ 210 + IVA; el de la superior US$ 230 + IVA, y el de la suite US$ 270 +IVA. Incluye desayuno. En la Web: www.puertobemberg.com