En esa oficina se reciben entre 100 mil y 110 mil casos criminales al año. Daniel Alonso, el hispano de más alto rango en la fiscalía de Manhattan, tiene vasta experiencia tanto en cortes locales como federales, en la que fue jefe de la división criminal para la región Este de la fiscalía federal en el condado de Brooklyn, desempeño por el que fue reconocido en cuatro ocasiones por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
por EFE
El abogado de origen argentino Daniel Alonso dirige el grupo de letrados de la fiscalía de Manhattan en Nueva York con el compromiso de impartir justicia tanto para la víctima como para el acusado.
«Aquí se reciben entre 100.000 y 110.000 casos criminales al año, más que todos los casos que procesa al año el Departamento de Justicia de EE.UU», dijo Alonso, de hablar pausado y en perfecto español, lengua que sus padres y abuela se encargaron de que no olvidara, ya que se radicaron en Nueva York cuando tenía tres años.
Durante una entrevista con Efe, aseguró que aún recuerda el primer día en que llegó a la escuela para descubrir que «no hablaba la lengua extraña» del resto de los niños.
«Pero, lo aprendí rápido», dijo Alonso, que nació en la provincia de Mendoza en 1965 y creció entre dos culturas que le han permitido disfrutar de las obras de escritores anglos, entre ellos su esposa Karen Bergreen, o de Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez y Pablo Neruda, disfrutar de un tango de Carlos Gardel, un big band o rock clásico, pero también para comunicarse con inmigrantes víctimas de delitos, como la trata de blancas.
En su despacho -en donde junto a fotos familiares, cuelgan varios reconocimientos recibidos a lo largo de sus dos décadas de carrera-, aseguró que hablar español le ha conectado toda su vida con las diferentes comunidades, organizaciones profesionales hispanas, al igual que al país donde nació, Argentina, donde un incidente bajo la dictadura militar marcó su vida.
«Aunque estaba en Estados Unidos viví de cerca la política argentina», señaló Alonso.
El actual número dos de la Fiscalía de Manhattan recordó que su tío fue un prisionero político que estuvo año y medio sin acusación o condena.
«Cuando lo soltaron se tuvo que ir de Argentina. Eso, y la injusticia que cometieron con él porque era simpatizante de la izquierda, algo que debe ser perfectamente legal, afectó mucho mi sentido de la justicia. Lo metieron preso por nada», afirmó.
Alonso, el hispano de más alto rango en la fiscalía de Manhattan, tiene vasta experiencia tanto en cortes locales como federales, en la que fue jefe de la división criminal para la región Este de la fiscalía federal en el condado de Brooklyn, desempeño por el que fue reconocido en cuatro ocasiones por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Aseguró, sin embargo que su interés por las leyes despertó cuando cursaba el segundo año de universidad.
«Pensé primero ser médico, luego educador y sicólogo social, pero, para 1986 leía artículos en los periódicos sobre los fiscales Robert Morgenthau, de Manhattan, y del federal Rudolph Giuliani (que luego fue alcalde de la ciudad). No tenía la más mínima idea de lo que era un fiscal federal y sólo una idea básica de lo que era un fiscal de distrito», señaló.
«Pregunté que había que hacer para ser un fiscal y me dijeron que tenía que ir a la Escuela de Derecho. Entonces decidí ser abogado y fui aceptado en la Universidad de Nueva York», donde cursó una carrera que resultó su verdadera vocación.
Graduado en 1990, trabajó después para la firma Kaye Scholer, enfocando su práctica en investigaciones internas, defensa para delitos de guante blanco y litigaciones civiles, antes de empezar su carrera en el servicio público.
En la actualidad Alonso supervisa en la fiscalía de Manhattan a 1.300 empleados, entre ellos 520 fiscales, algunos latinos, que junto a investigadores, asesores y personal administrativo llevan todo tipo de casos criminales, desde hurto menor hasta homicidio, corrupción publica, crimen cibernético, entre otros.
«Para un fiscal, la decisión de enjuiciar a alguien es bastante grave porque son seres humanos. Al final, es el juez el que impone la sentencia, pero el fiscal la recomienda», dijo Alonso, que reconoce que «eso es lo más difícil» de su carrera.
Agregó que «uno nunca debe olvidarse del impacto humano de las decisiones que tomamos como fiscales».
«Nuestra ética no siempre coincide con los intereses de nuestros clientes. Un abogado debe hacer lo que su cliente le pide, pero para el fiscal es diferente, no estamos supuestos a ganar siempre los casos. No queremos ganar todos los casos que no sean justos. Nuestro deber es con la justicia», afirmó.
Aseguró que siente el mismo orgullo por los casos que ha decidido no llevar a juicio «porque a veces se es inocente, no hay suficientes pruebas o no sería justo enjuiciar a la persona» como por los que ha ganado.
«Son decisiones que hacemos todos los días, son parte de nuestro deber. Representamos a la comunidad, pero también tenemos que considerar los intereses del acusado», subrayó.
Fuente : MDZ On Line
http://www.mdzol.com/mdz/nota/278160