Fieles al juramento hipocrático
Con respecto a si nosotros somos debidamente reconocidos es algo que me tiene sin cuidado y no me preocupa en lo más mínimo, pensar y tratar de hacer algo por los que más lo necesitan, tratar de ser solidario con los que tienen menos oportunidades no debería ser motivo de reconocimiento sino que creo que debería ser algo natural en todos nosotros y para ello no se necesita ni ser médico, ni irse al Africa. Sólo hace falta que miremos al costado y dar un poco de nuestro tiempo”, explicó a Hoy Lucas Molfino, uno de los profesionales médicos argentinos que colabora con MSF.
MSF son las siglas por las que se conoce a Médicos Sin Fronteras, una organización médico humanitaria de carácter internacional que aporta su ayuda a poblaciones en situación precaria y a víctimas de catástrofes de origen natural o humano y de conflictos armados, sin discriminación por raza, religión o ideología política.
Cada año, MSF envía al terreno a más de 4.600 profesionales, que colaboran con 25.000 trabajadores locales, también contratados por la organización. En la actualidad, la organización cuenta con más de 350 proyectos de acción médica y humanitaria en 60 países, y con más de 3,3 millones de socios y colaboradores en todo el mundo.
El objetivo de Médicos Sin Fronteras es asistir a poblaciones a las que nadie puede o quiere llegar: víctimas de conflictos olvidados, de enfermedades que no afectan a los países desarrollados pero que se cobran millones de vidas en otras partes del mundo, personas invisibles para una amplia mayoría y que nosotros no estamos dispuestos a ignorar. En reconocimiento a su labor humanitaria, MSF recibió el premio Nobel de la Paz 1999.
Un poco de historia
MSF es una organización privada, independiente y aconfesional que tiene su origen en el inconformismo de dos grupos de médicos que coincidieron en Francia a principios de los años ‘70. Unos habían sido testigos del genocidio de la minoría Ibo durante la guerra de secesión de Biafra (Nigeria 1968) y se sentían frustrados ante la obligación de guardar silencio que les exigía la organización con la que trabajaban. Otros acababan de comprobar sobre el terreno la descoordinación y la falta de medios con que se atendió a las víctimas de las inundaciones que en 1970 asolaron Pakistán Oriental (actual Bangladesh). Entonces coincidieron en que la acción humanitaria debía adaptarse a los nuevos tiempos, pusieron en marcha la organización en 1971.
A partir de su presencia directa en los escenarios de crisis, la organización tiene el triste privilegio de ser testigo del horror y el sufrimiento humano. Conscientes de que las palabras no salvan vidas pero sí que el silencio mata, cuando la asistencia no es suficiente, MSF informa sobre las situaciones que presencia y denuncia violaciones graves de derechos humanos.
Asimismo, su independencia es posible a partir de que más del 90% de sus ingresos proviene de los aportes de más de 3,8 millones de socios y colaboradores en todo el mundo. Eso les permite decidir dónde y cuándo intervenir, en función de las necesidades humanitarias y no de intereses políticos, económicos o militares.
Cuándo interviene MSF
MSF entra en acción ante situaciones que ponen en peligro la salud o la supervivencia de poblaciones que se encuentran desatendidas:
lConflictos armados, desplazamientos de población y catástrofes naturales.
lEpidemias, hambrunas y enfermedades olvidadas.
lSituaciones de exclusión. Intervenciones orientadas a prestar asistencia médico humanitaria a poblaciones deliberadamente excluidas de los servicios básicos.
Las acciones en Sri Lanka
En los últimos días de abril, entre 25.000 y 40.000 personas abandonaron la zona de conflicto, conocida como el Vanni, pero decenas de miles de personas quedaron atrapadas en medio de los enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y los Tigres de Liberación del Eelam Tamil.
En ese lapso de tiempo, cirujanos de Médicos Sin Fronteras (MSF), junto con personal del ministerio de Salud, trabajaron sin para atender a más de 400 heridos de guerra que llegaron al hospital de Vavuniya, en la zona controlada por el gobierno en el norte de Sri Lanka.
La mayoría de las heridas son provocadas por metralla y minas. Al hospital y los campos gestionados por el gobierno en Vavuniya llegan autobuses llenos de gente de la zona de conflicto. “Los autobuses siguen llegando y descargando cadáveres, ya que muchos heridos han muerto por el camino”, relató Karen Stewart, responsable de salud mental de MSF que trabaja en Vavuniya.
“Alrededor del 85% de la gente con quien he hablado ha sido testigo de cosas terribles, como estar en un búnker y que, de repente, un proyectil entrara y matara a la mitad de la gente que estaba en el búnker. Otra persona con quien hablé me dijo cómo una vez se fue a buscar agua y cuando volvió, todo el mundo en el búnker estaba muerto”.
Entre los voluntarios de MSF, que trabajan en Sri Lanka, se encuentra el cirujano argentino Carlos Trotta.
“Jamás me voy a acostumbrar a que la gente viva en condiciones indignas”
Cuando Lucas Molfino comenzó a trabajar con Médicos sin Fronteras en 2006, luego de finalizar su residencia en Clínica Médica, su vida no volvió a ser la misma. “Uno no es la misma persona después de trabajar y ver cómo se vive en un campo de refugiados donde miles de personas pasan las horas del día confinados en una carpa, con desesperanza, con una gran pérdida del instinto vital y donde la gran mayoría ya están más muertos que vivos, o después de trabajar en un programa de nutrición en medio de una hambruna en pleno desierto africano”.
El futuro inmediato encontrará a este profesional de apenas 31 años trabajando en el sudeste asiático, más precisamente, en Camboya, en un proyecto vinculado al HIV/sida y tuberculosis.
-¿Qué encontraste en Médicos sin Fronteras?
Desde el punto vista profesional encontré una gran organización internacional, que desarrolla sus actividades médicas en diferentes países y que involucra a un gran número de profesionales cuyo principal eje de acción son las de asistir a poblaciones en crisis producto de conflictos armados, que generan miles de desplazados o refugiados, o de catástrofes naturales tales como terremotos, huracanes, epidemias, hambrunas y pandemias, como las del HIV. Otra de las cosas que encontré en la organización y con las cuales me siento muy identificado son el accionar independiente y el rol testimonial, lo cual permite una gestión independiente de todo poder político, religioso, económico o militar y la posibilidad de hacer públicas las situaciones y las violaciones de los derechos de millones de personas para las cuales tener una vida digna sólo se reduce a seguir vivo y a tratar de dormir debajo de un pedazo de plástico.
En plano más personal me encuentro en un período muy intenso o especial de mi vida, donde cada día hay nuevos desafíos y uno debe adaptarse continuamente a diferentes pautas culturales que incluyen modos de trabajo, de pensamiento, de creencias y sobre todo a respetar las diferencias y la diversidad.
-¿En qué cosas cambió tu vida a partir de las distintas experiencias que viviste?
A pesar de que vivimos en una sociedad que nos dice que el único parámetro de éxito es el económico, este tipo de experiencias te cambian las prioridades, las necesidades y hasta la escala de valores. Uno atraviesa períodos de impotencia, de rebeldía frente a tanta mediocridad que nos rodea y se alegra mucho cuando pequeños actos demuestran que hay otra realidad posible. Pero, a pesar de tener vivencias que son fuertes y difíciles de trasmitir, uno trata de tener los pies sobre la tierra y tener una vida más o menos “normal”.
-Historias significativas habrás presenciado muchas…
Hay muchas pequeñas historias, muchas son tristes pero también muchas son muy alegres y divertidas, y gracias a este tipo de cosas uno va encontrando el sentido en lo que hace y lo que uno quiere para su vida.
Recuerdo mi asombro cuando veía cada noche llegar miles de chicos a la ciudad de Gulu, en el norte de Uganda, chicos que dormían en las veredas, en las iglesias, en las carpas de las distintas agencias humanitarias tratando de escapar de la posibilidad de ser secuestrados para ser utilizados como niños soldados o esclavos sexuales por los grupos rebeldes.
También recuerdo las lágrimas de alegría de Frida, una madre HIV positiva que cumplió todas las pautas del tratamiento para prevenir la transmisión del virus HIV al bebé, cuando le confirmé que su hijo crecería sano y libre de HIV, o como cuando vi cómo en cuestión de semanas luego de haber comenzado el tratamiento antituberculostático, Kissa, un chiquito seropositivo, recuperó su sonrisa y era él quien nos ponía la cuota de alegría del día a día bailando y saltando, a pesar de todas las dificultades que pasaba. El solo hecho de ver cómo miles de personas viven vidas, que son un martirio o un tormento pero que las enfrentan con tenacidad y un ánimo asombrosos hacen significativa mi participación en cualquiera de estos proyectos.
-¿En qué países y en qué contextos sociales, políticos y económicos te tocó trabajar?
Trabajé en varios países dentro del continente africano, específicamente en Uganda, Liberia, Etiopía y Zambia. Mi trabajo consistió en ser uno de los médicos del equipo en el terreno, donde el tiempo transcurría mayoritariamente asistiendo a las víctimas, gestionando los recursos, compilando información y datos epidemiológicos, intercambiando información y capacitando al personal local.
Mi primera misión, y quizás la que más me marcó, fue trabajar en un pequeño centro de salud en uno de los campos de desplazados del norte de Uganda, país que sufre un grave conflicto armado entre fuerzas gubernamentales y un grupo rebelde denominado “Lord Resistance Army” (LRA) y, si bien hoy en día hay una mejora en la situación de seguridad y un diálogo de paz en marcha, este conflicto generó miles de desplazados internos, provocando una situación sanitaria extremadamente precaria y favoreciendo situaciones de emergencia y brotes epidémicos.
Luego de Uganda tuve la posibilidad de trabajar en Liberia, país que sufría las consecuencias de una violenta guerra civil, dejando a miles de liberianos en la más extrema pobreza, siendo los niños y las mujeres los más vulnerables, dentro de este país el proyecto de la organización está focalizado en la salud materno infantil y en la atención de víctimas de la violencia sexual.
-¿Cada experiencia te resulta movilizadora o con los años eso se va perdiendo?
Cada experiencia es distinta una de otra y todas en mayor o menor medida son movilizadoras, hay personas, países o contextos y pacientes con los que uno desarrolla más empatía que con otros. Creo que con los años uno va adquiriendo experiencia y eso, como en cualquier otro trabajo, se transforma en un valor agregado y te permite trabajar con más seguridad y tranquilidad. Todas las personas que trabajan en salud nos relacionamos con la muerte en mayor o menor medida, y de acuerdo a lo que cada uno cree uno podría asumir que el sufrimiento, el dolor o hasta la enfermedad misma puedan tener un papel determinante en la vida de un hombre, pero muy distinto es todo eso cuando se llega a esa situación no teniendo qué comer, cuando tus hijos se mueren de malaria, cuando todo alrededor es desolación y condiciones indignas. Creo que a eso no me voy a acostumbrar jamás.
Flavio Mogetta
Diario Hoy