Uno de los cinco frigoríficos recuperados de la Argentina se prepara para ser el primero en exportar sus cortes. Se trata de Frigocarne, una cooperativa que reúne a 150 trabajadores de la carne y constituye la industria más importante del pueblo bonaerense de Máximo Paz -Cañuelas
«Apuntamos a que el trabajador pueda desarrollar con sus propias manos su economía, producción y comercialización», definió Raúl Huidobro, presidente de la cooperativa. Actualmente, tras dos años de trabajo autogestionado, el frigorífico faena 11 mil vacunos por mes con destino al mercado interno. Y va por más.
El objetivo es exportar sus cortes, lo que no sólo permitiría incorporar nuevos operarios a la planta -más de 60- sino que también sería «un hito muy importante, porque -para Huidobro- demuestra que los trabajadores sin patrón podemos llegar a comercializar socialmente». Así, la agricultura familiar muestra que, al organizarse y acceder a crédito y tecnología, pueden superarse condiciones históricamente adversas y darse verdaderos saltos cualitativos.
Desde la recuperación de la planta en 2004, el INTA apoyó su crecimiento de diversos modos. Con el acompañamiento del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Pequeña Agricultura Familiar (CIPAF), la cooperativa firmó cuatro convenios con Venezuela para exportar carnes por un volumen de dos mil toneladas por trimestre, durante un período de cinco años. Países como Bolivia, Ecuador y Serbia son otros destinos que están evaluándose.
«A través del INTA y del Senasa comenzó un proceso de orientación para alcanzar los estándares de calidad pertinentes», dijo Diego Palacios, profesional del CIPAF. Así, la posibilidad de exportar cobró un fuerte impulso con la adquisición de dos maquinarias claves para alcanzar las recomendaciones de ese organismo. Con un crédito de 120 mil pesos otorgado por la Fundación ArgenINTA, los trabajadores financiaron la compra de la envasadora al vacío y la cinta transportadora para deshuesado requeridas. De esta manera, para ingresar al mercado internacional, a Frigocarne sólo le resta concretar la habilitación pendiente.
Al respecto, uno de los aportes del INTA que los trabajadores más valoran es la huerta colectiva que emprendieron junto al Pro-Huerta, de la mano de Tony Nilsson. En el lapso de tiempo que transcurrió entre la recuperación de la planta y su puesta en funcionamiento -casi tres años-, «la huerta nos unió, generó vínculos entre compañeros desempleados y promovió una actividad concreta», expresó el presidente de Frigocarne.
«Gracias al INTA, pudimos mantener la cultura del trabajo y creo que eso es lo más importante que nos dio. El crédito es maravilloso, con esto nosotros pudimos comprar máquinas. Pero si el INTA no nos hubiera ayudado a mantener la cultura del trabajo, no podríamos tener la planta y con semejante futuro», finalizó.
Diego Palacios
CIPAF, [email protected]
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